Parece que los comentarios públicos no son del agrado de muchos. Por eso y por más razones, que no vienen al caso, aquí os dejo una cuenta de correo en la que podeis decir lo que os venga en gana, pedir aclaraciones, sugerir temas, completar o corregir, etcétera.

Vayan por adelantado las gracias por ponerte en contacto.


doytegracias@gmail.com


O Cristo Das Trincheiras (Monasterio de Batalha - Portugal), originariamente era el Cristo de un calvario de la ciudad francesa de Neuve-Chapelle

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Canonización del Beato Rafael Arnáiz Barón

El Obispo asturiano Juan Antonio Martínez Camino anunció durante el pregón de la Semana Santa ovetense de 2008, que el Consejo Científico Médico de la Congregación de El Vaticano para la Causa de los Santos (compuesto por cinco médicos consultores), ha aprobado un milagro ocurrido en Madrid, a caballo entre los años 2000 y 2001, con la intercesión del hermano Rafael declarando que dicha curación es humanamente inexplicable.

El proceso de beatificación del hermano Rafael comenzó en 1965 y se cerró en abril de 1967, pero no fue hasta el 27 de septiembre de 1992 cuando fue beatificado por el Papa Juan Pablo II.

Tras los estudios y seguimientos del ya reconocido milagro desde el año 2003, ahora está a punto de concluir el proceso de canonización, que se inició en el año 2005, y que convertirá al Beato Rafael Arnáiz Barón en Santo en cuestión de pocos años:

El día 9 de abril, a las 10 de la mañana, los monjes de San Isidro de Dueñas, se disponían a cantar la hora de tercia; hora litúrgica en la que se pide de manera especial, ayuda e iluminación al Espíritu Santo.

Este día estuvo presidida por el Sr. Obispo de Palencia D. Rafael Palmero Ramos, quien al término de la cual, procedió a la Sesión de apertura del Proceso Diocesano para la Canonización del Beato Rafael, ante la Comunidad de monjes y una asamblea numerosa de fieles.

Compareció el Rvdo. P. Alberico Feliz Carbajal O.C.S.O. Vicepostulador de la causa de canonización, según consta por el mandato procuratorio que exhibe, y pidió que se procediese a la apertura del proceso sobre la presunta curación milagrosa atribuida al Beato Rafael Arnáiz Barón.

Oída la petición del Vicepostulador, el Excmo. Sr. Obispo, a requerimiento del promotor de Justicia, examinó el mandato procuratorio e hizo entrega del mismo al Juez Delegado y al Promotor de Justicia para que inspeccionasen y, no habiendo nada que oponer al dicho mandato, el Excmo. Sr. Obispo lo admitió como legítimo.

Los nombramientos del Proceso fueron los siguientes:

- M.I.Sr. Don Ginés Ampudia Caballero, Juez Delegado
- Rvdo. Sr. D. Antonio García Redondo Promotor de Justicia
- Fr. Juan Javier Martín Hernández O.C.S.O. Notario Actuario
- Dom. Enrique Trigueros Castillo Abad del Monasterio Cisterciense de San Isidro de dueñas, Notario adjunto
- Notario "ad casum"de la Curia diocesana Rvdo. D. José María Gómez Laso.

Una vez designados los cargos y revisados los documentos, todos y cada uno prestaron juramento, estamparon su sello particular, y señalaron como lugar de las audiencias en que se han de ejecutar las pruebas, el Monasterio Cisterciense de San Isidro de Dueñas. Como días y horas de las sesiones señalaron todos los días laborales de la semana, desde las 10 horas de la mañana a las 18 horas.


Exposición del "posible milagro" para la Canonización.

(Hago notar que existen incorporados entre paréntesis y en cursiva texto ajeno a la exposición que he considerado de mayor explicación del proceso médico y que en nada desvirtúa la exposición original de la postulación para la causa)


Excelencia Reverendísima:

En calidad de Vicepostulador, y con plenos poderes conferidos por la Postuladora General de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia (OCSO), presento a su Excelencia Reverendísima la siguiente instancia:

Desde el año 2003 hasta el momento, como Vd. bien sabe, me ha prestado todo su apoyo e interés para llegar a comprobar y seguir estudiando una curación al parecer "milagrosa" atribuida a la intercesión del Beato Rafael Arnáiz Barón.

Y habiendo cumplido todos los requisitos preliminares, y obtenido su Excelencia el traslado de poderes de competencia para llevar a cabo en Proceso en su Diócesis, por la presente pido que forme y constituya el tribunal diocesano para proceder a la investigación canónica del presunto "milagro".

El tema se relaciona con Dña. Begoña León Alonso, que nació el 21 de junio de 1970 en Madrid, y vive domiciliada en la misma capital de España, Avenida de los Poblados número 44, lº B.

Todo comenzó, cuando a los dos meses de la segunda gestación, tuvo que ser ingresada en la "Clínica Belén", que era donde le llevaban el seguimiento médico. Permaneció allí una semana por motivo de deshidratación, y después de las atenciones médicas pertinentes, todo pareció estabilizarse, por lo que le dieron de alta, siguiendo en su casa y en su empleo una vida normal.

Sin embargo a los cinco meses de embarazo, comenzó a sentir contracciones, esporádicas al principio, pero constantes más tarde. Un día yendo al trabajo, viendo que persistían, decidió irse al Hospital. Después de una semana de atenciones, volvió a casa con un tratamiento para las contracciones y reposo absoluto.

En vísperas de Navidad, comenzó con un dolor de cabeza espantoso, que le hizo pasar toda la noche en vela; llamando al tocólogo de cabecera, después de explicarle las características de la dolencia, le recetó "paracetamenol", pero sin resultado positivo, pues el dolor persistió durante ocho días con sus noches.

(Acude al dentista por si tuvieran que ver con su dentadura y al arreglarle una caries la encía comienza a sangrar de modo anómalo y continuo al tiempo que se le detectaba una intensa presión arterial)

El momento álgido fue el mismo día de Navidad, 25 de diciembre del 2000: de repente, durante la comida del medio día, además del intenso dolor de cabeza y las repetidas contracciones, se le presentaron vómitos, diarreas, fuerte dolor de vientre y un mareo profundo que le impedía toda seguridad, por lo que tuvieron que llamar a la ambulancia, pues los dolores eran insoportables: aquello no era un parto normal.

Fue conducida a la "Clínica Belén", donde el médico de urgencias le pronosticó equivocadamente una gastroenteritis. Avisado el médico titular, vio que había sufrimiento fetal, por lo que llamando al Hospital "Gregorio Marañón" pasó directamente al quirófano, donde le hicieron la cesárea. Una vez terminada, el cirujano se presentó ante la familia y dijo al padre de Begoña, que había nacido una niña y que estaba sana y bien, pero que respecto a su hija no había esperanza.

(La niña nació pesando un kilo doscientos gramos)

Había tenido una subida de tensión altísima llamada "eclampsia" y no creían que el corazón aguantara.

Se añadió a esto un fallo hepático; tenía hemorragias internas por lo cual la ingresaron en Reanimación, pues sufría el "Síndrome de Hellp".

(Sintomas del Síndrome de Hellp: hipertensión, disolución de glóbulos rojos, pérdida de plaquetas, sangrado importante por mucosas, orina hematúrica y fallo hepático).

Cuando despertó de la anestesia Begoña se sentía morir y pronto volvió a quedar inconsciente.

Y fue en este momento álgido de su gravedad, cuando su mejor amiga, se enteró de que estaba tan enferma y comenzó a rezar por ella, y a pedir al Hermano Rafael por su salvación.

Mientras tanto, la salud de Begoña empeoraba, y tuvieron que operarla por segunda vez. Como los médicos sabían que corría peligro con la anestesia total, decidieron operarla tan sólo con la sedación que tenía ya puesta.

El momento más crítico se produce a las cuarenta y ocho horas siguientes a esta operación quirúrgica urgente, realizada el 30 de diciembre por la tarde, con pronóstico fatal, y con mortalidad esperada del cien por cien. El cuadro médico estaba resultando aún más negativo a causa de las hemorragias internas, a las que acompañaron varios infartos cerebrales.

(Se realiza escáner craneal en el que se observan lesiones hipodensas bilaterales en región mesoencefalotalámica, todo ello acompañado de fiebre altísima. Por lo que, caso de que la paciente llegara a superar el estado crítico seguramente tendría lesiones cerebrales irreversibles, señalaba el informe médico).

Finalmente le dio una "distress respiratoria", por lo que tuvieron que entubar a la enferma. Llamaron a la familia y le dijeron que ya era imposible que siguiera con vida, que era cuestión de horas o de días, pero que ya no contasen con ella. La lloraron y le administraron el último de los Sacramentos: la Unción de los enfermos.

Por entonces, una de las amigas, Dña Josefa Maria González Cueva, familiarmente "Josefina", visitó el Monasterio de San Bernardo en Burgos, y pidió a las monjas que oraran por Begoña encomendándoselo al Hermano Rafael, "¡sólo al Hermano Rafael!".

El seis de enero, fiesta de la Epifanía y día de Reyes, despertó con alegría de todos, a pesar de estar completamente entubada. En este estado, lo más difícil fue el comienzo de la alimentación. A pesar de todo siguió en el empeño de ingerir algún alimento.

La próxima meta era la de poder moverse sola; cada día progresaba un poco más e iba moviendo mejor las extremidades a pesar de que aún le era imposible ponerse en pie.

Los días iban pasando, hasta que llegó el momento, el día feliz en que le dieron la noticia del alta en Reanimación. En silla de ruedas le acercaron las enfermeras a la incubadora donde se hallaba su niña, y al verla lloró de alegría.

Poco a poco fueron quitando más cables: el oxigeno, la sonda, el suero, de modo que ya podía alimentarse por si misma. Siguieron haciendo infinidad de pruebas y análisis y el resultado era siempre positivo y estable: todo su cuerpo y sus órganos habían estado paralizados y ahora todo funcionaba bien: ¡era milagroso!.

Al fin llegó el momento tan soñado: el 25 de enero de 2001, le comunicaron que al día siguiente, le daban definitivamente de alta. Su respuesta fue: "¡Señor gracias, me voy a casa!"... Y todo ha ido tan bien que ni en la madre ni en la niña ha quedado secuela ninguna, gracias a Dios y al Beato Rafael.
A vista de los hechos expresados, el infrascrito Vicepostulador, ruega a su Excelencia Reverendísima, se digne instruir un Proceso Canónico sobre el supuesto hecho milagroso, atribuido al dicho Beato Hermano Rafael Arnáiz Barón, cuya Canonización es ardientemente deseada por miles de devotos.

Fr. Mª Alberico Feliz Carbajal
Vicepostulador

Después de exponer una pequeña síntesis biográfica del Hermano Rafael, de exhortar el Sr. Obispo a la imitación de sus virtudes y de dar las gracias el P. Abad a toda la asamblea, el acto de apertura del Proceso Diocesano se clausuró cantando el "Regina Coeli" a la Virgen de la Trapa, como último ruego a la "Señora", para que glorifique a Rafael que tanto la quiso.


Para ahondar más en la figura y mensaje del Beato, os recomiendo la siguiente dirección. Es lo más completo que al día de hoy he logrado encontrar en la web:
http://www.abandono.com/hermanorafael.htm

Advocaciones al Beato Rafael Arnáiz

En Burgos, cuna del Beato Rafael Arnáiz, con permiso especial de la Santa Sede, ha nacido la Primera parroquia a nivel mundial que tiene como titular al humilde hermano Rafael, oblato del monasterio de San Isidro de Dueñas en Palencia.

La Iglesia está ubicada en el polígono G-3, denominado "vista alegre”, de la capital burgalesa.

La nueva Parroquia echa a andar, aún sin su templo actual, como necesidad de desmembrar la de Nuestra Señora de las Nieves, el día 27 de septiembre de 1994, siendo su primer párroco D. Andrés-Avelino Toledano Retuerto.

El día 20 de Diciembre se colocaba la Primera Piedra actuando de presidente el Excmo. Sr. Arzobispo de Burgos, D. Santiagp Martinez Acebes, el cual consagraba el templo el día 27 de abril de 1997, a las cinco y media de la tarde, acompañado de miles de burgaleses.

La Parroquia se compone demográficamente de matrimonios jóvenes, muchos recién casados y en la actualidad está formada por unos ocho mil feligreses.

En la web parroquial (http://www.datacom.st/beatorafael/), podemos leer estas líneas:

“La cruz seca y áspera tan amada de Rafael ha florecido. De la savia vivificadora que circulaba por su tronco rugoso han brotado lozanos retoños, llenos de prometedoras esperanzas. Su presencia se hace sentir en su parroquia. Se nota, se siente, le tenemos cercano. Está con nosotros.

Nuestro lema desde el inicio ha sido JUNTOS PODREMOS. Podemos porque desde el primer momento, todas las tareas las pusimos en manos de María, del Hno. Rafael y en lo bueno que hay en el corazón de los jóvenes. Muchas personas están trabajando por y para esta nueva parroquia que aún no tiene historia, que partiendo de cero, sin pasado, solo tiene presente y un futuro esplendoroso de servicio a los demás que solo Dios alcanza ver... En nombre de todos los feligreses y amigos de Rafael a todos los que abrís hoy esta pagina y os comunicáis con nosotros os damos nuestro abrazo fraterno. Sus sacerdotes Avelino, Pedro y Felix”.

Y bien hacen al hablar de la Cruz, pues presidiendo la plazuela en que se enclaba el edificio diseñado por el Arquitecto madrileño Leopoldo Arnáiz Eguren, sobrino del Beato Rafael Arnáiz, se encuentra una inmensa cruz, también ideada por su sobrino.

La verdad que es una Cruz llamativa y quizá provocadora, pesa 40.000 kilos y mide 23,150 metros de altura.

Su diseñador ha querido dejar plasmado en duro acero agranallado y acero inoxidable, una Cruz "nueva"; la espiritualidad de un santo de nuestro tiempo, en una arquitectura abierta a la modernidad y al tercer milenio. Porque la vida de los cristianos está inserta en la misma vida de los hombres y mujeres de su tiempo.


Pero ésta no es la única presencia, en cuanto a Templos se refiere, años más tarde fue inaugurada la Capilla de la Escuela Universitaria de Arquitectura.

Servicio de la Agencia de Noticias del Arzobispado de Madrid. Nº 133 Madrid, 1 de octubre de 2002
http://www.archimadrid.es/princi/menu/notdirec/infomadrid/2002/08octubre/01102002.htm

“Con motivo del X aniversario de la Beatificación del Hermano Rafael Arnáiz, antiguo alumno de la Escuela de Arquitectura, el pasado viernes, 27 de septiembre, se celebró una eucaristía que estuvo presidida por el Cardenal de Madrid. La celebración tuvo lugar en la Capilla de la E.U.T.S. de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, que fue inaugurada oficialmente. Concelebraron el Delegado de Pastoral Universitaria, el Capellán de Arquitectura y otros capellanes universitarios.

El Cardenal señaló que "el hombre es creado en el tiempo, pero no para quedarse en el tiempo, sino para vivir en la eternidad. Esa tensión entre tiempo y eternidad es la clave para acertar con el camino de la vida". Recordando al Beato Rafael, alumno de la Escuela de Arquitectura de Madrid, apuntó que fue en el ambiente que le tocó vivir siendo estudiante donde él descubrió "lo que vale la eternidad a la hora de vivir el tiempo, y lo que vale la eternidad con rostro concreto, con rostro personal".

"A la hora de afrontar la Universidad nos planteamos la pregunta de qué hacer con nuestro tiempo, con nuestra vida. Cuando el hombre encuentra en su vida o se abre a la presencia de Cristo, cambia todo", subrayó. Por ello, y poniendo como ejemplo al Beato Rafael, animó a los jóvenes a no perder el tiempo. "Aprovechadlo ya. Como el Hermano Rafael: cuanto más pronto, mejor", concluyó.

Tras la celebración de la Eucaristía, el Cardenal visitó la exposición con los dibujos originales que el Hermano Rafael realizó en su etapa universitaria, recogidos por un grupo cristiano de estudiantes de la Escuela de Arquitectura. Los actos finalizaron con el concierto del Conjunto Vocal "Inmaculata Mater", grupo que se centra en el canto gregoriano y en la polifonía clásica.”

XX Jornada Mundial de la Juventud

El miércoles 17 de agosto de 2005 dentro de la vigésima jornada mundial de la juventud celebrada en Colonia se ofertó a la multitud allí reunida una reflexión a cargo del P. Juan Antonio Martínez Camino, Secretario General de la Conferencia Episcopal Española.

Dicha reflexión giró en torno al Beato Rafael Arnáiz, y me permito, a pesar de su extensión, a transcribirla en su integridad. Considero que contiene además de datos biográficos interesantes, un mensaje digno de ser tenido en consideración y un interesante modo de orar-adorar a Dios.

La mística española de siempre en un joven del siglo XX:
El Beato Hermano Rafael


Queridos jóvenes peregrinos:


¿A qué habéis venido a Colonia? ¿Para qué os ha convocado aquí, en su tierra, el Papa Benedicto XVI? Lo sabéis muy bien. Pues ¡para hacer ejercicio! El ejercicio más saludable de todos, que consiste en... ¡adorar! “Hemos venido... a adorarle” (Mt 2, 2). A adorar a Jesucristo.
Como aquellos personajes misteriosos del Evangelio que, viniendo de tierras lejanas, se presentaron un día en Belén para adorar al Salvador recién nacido y para ofrecerle sus dones. La ciudad de Colonia recuerda aquel gesto fundacional de adoración y venera en su catedral la memoria de los que llamamos Reyes Magos o de Oriente.

Pero ¿qué es eso de “adorar”? ¿Será tan importante adorarle, precisamente a Jesucristo? ¿Vosotros adoráis algo o a alguien? ¿Has pensado en serio si “adoras”... si adoras alguna cosa o a alguna persona? ¿Qué pasaría si adoráramos a alguien que no fuera a Él, a Jesucristo?

Seguro que muchos ya conocéis a Rafael Arnáiz Barón, el popular Hermano Rafael. Él fue un maestro de la adoración en pleno siglo XX. Esta tarde le tomamos a él como guía para nuestro ejercicio: para que nos ayude a saber adorar en espíritu y en verdad (cf. Jn 4, 24).

Pero ¿por qué Rafael? Pues muy sencillo: porque él es, a la vez, un místico y un joven de nuestro tiempo.

1. Rafael Arnáiz murió en 1938 cuando no tenía más que 27 años. Desde entonces ha pasado ya algún tiempo - casi siete décadas - pero él es aún contemporáneo nuestro. Todavía podría estar hoy entre nosotros, aunque con la bonita edad de 94 años; y aún vive gente que le conoció y que convivió con él. Además, la situación fundamental de la humanidad sigue siendo hoy muy parecida a la de su época. Lo veremos enseguida.

2. Pero lo que nos interesa sobre todo es que, joven y cercano a nosotros, el Beato Rafael es un místico de cuerpo entero. Místicos son aquellas personas que han sido capaces de hacer de su vida entera un gran vuelo de adoración. ¡De su vida entera, sí! No tuvieron miedo de que eso fuera demasiado. No temieron perderse, ni quedarse sin nada para ellos mismos. Al contrario: se tomaron al pie de la letra aquello de Jesús: “el que pierde su vida por mi causa, la gana” (Lc 9, 24). Adorar es ganar de verdad la vida permitiendo que toda ella se consuma, quemada por el fuego del Amor. Eso es lo que hizo Rafael, siguiendo las huellas de los grandes maestros de la mística española: de Ignacio de Loyola, Juan de la Cruz o Teresa de Jesús.

Entonces, me vais a dejar que os cuente algo de Rafael: de su época y, sobre todo, de su mística. Como él escribe tan bien, os leeré párrafos suyos que os permitirán escucharle a él en directo.

I. Un joven sensible a la gran cuestión de nuestro tiempo.

1. Cuando tenía 22 años Rafael entró en un monasterio. Alguien podría pensar que, siendo tan joven y tan “buenecito”, no le había dado tiempo todavía a sacarle partido a la vida ni le había sido posible aún forjarse una idea seria de lo que es este mundo. Pero no es así. Él era inteligente y no le faltaron ocasiones ni medios para situarse en la sociedad y para conocerla bastante bien.

Fue en enero de 1934, después de las vacaciones de Navidad, cuando Rafael les dijo a sus padres en Oviedo que había tomado la determinación de abandonar sus estudios de Arquitectura para irse a vivir en pobreza y en silencio a la Abadía cisterciense de San Isidro de Dueñas, en Palencia.

A su familia no le faltaba de nada. Su padre era ingeniero de montes, alto funcionario del Estado. Su madre, de familia de militares, era una mujer culta: tocaba el piano y escribía críticas de arte y de teatro en la prensa. Eran felices. Vivían en el centro de Oviedo, en un piso precioso, nuevo, amplio, frente al Campo de San Francisco, la huerta del viejo convento franciscano convertida en el parque romántico del ensanche urbano que, en el siglo XIX, había hecho llegar a la ciudad hasta la estación del ferrocarril. Los Arnáiz podían ver desde su casa, al otro lado del parque, el colegio de los jesuitas, en el que Rafael continuó el Bachillerato que había comenzado, también con los jesuitas, en Burgos, la ciudad castellana que le había visto nacer en 1911. Los tres últimos años de sus estudios preuniversitarios, de los 15 a los 18 de su edad, Rafael los cursó, como un estudiante más, en el Instituto del Estado. Terminado el Bachillerato, se dedicó a prepararse para el ingreso en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, perfeccionando las técnicas del dibujo y la pintura con un conocido pintor ovetense, Eugenio Tamayo. Mientras tanto, cultivaba también la música, el teatro, y, con su padre y los técnicos forestales, recorría los ríos, las costas y las montañas de Asturias.

En 1932 Rafael se traslada a Madrid para continuar sus estudios ya en la Escuela de Arquitectura. Elige una pensión en la plaza de Callao, en el 8º piso del Edificio de la Prensa, por aquel entonces el rascacielos más alto de la capital. Compra y lee periódicos franceses, de los que le envía recortes a su hermano Fernando, a Oviedo; cerca de la pensión están las salas de cine de estreno de la Gran Vía; visita de vez en cuando buenos restaurantes; y sale con su amigo Juan Vallaure y otros a divertirse; las compañeras se lo rifan y una argentina, más avispada, le persigue literalmente hasta su habitación. Hace el servicio militar con los universitarios.

También estudia... es verdad. También... visita a diario el Sagrario en el Oratorio del Caballero de Gracia, muy cerca de la pensión de Callao. También se inscribe en la congregación mariana de los Luises. También se escapa algunos fines de semana a Ávila para charlar de Santa Teresa, de San Juan de la Cruz y de la vida monástica trapense con sus tíos, María y Leopoldo, sus amigos del alma.

Pero ¿conoció o no conoció Rafael lo que la vida le podía ofrecer? Lo conoció bien, no cabe duda. Y se lo pasó también muy bien. Fijáos en este párrafo de una “carta kolosal” que le escribe a su hermano Fernando desde la pensión madrileña:

Nos han puesto alfombra nueva en el pasillo, y es mi desesperación, porque yo, en cuanto veo una tira larga de tela con franjas a los lados y extendida en el suelo..., me entran unas ganas atroces de dar saltos mortales, y empezar en un extremo y acabar en el otro, y como tengo la desgracia de no saber darlos, nada más abrir la puerta, y ver la alfombra, tan nueva, gris, con tiras rojas, me meto corriendo en la habitación y cuando salgo no puedo mirar al suelo, porque si miro, me entra en el cuerpo una cosa como si fuese vértigo... y unos deseos locos de poner las manos sobre el mullido suelo, hacer una flexión, lanzar los pies a la altura, describir con ellos media circunferencia, para volverlos a posar en el suelo, delante de mi nuca..., y así, girando a gran velocidad, acabar en un doble salto mortal delante de la cerradura de la puerta... ¡Oh! es horrible lo que me pasa, tener que pasar corriendo, sin pisar la alfombra, y con los ojos mirando al techo..., porque si miro ya te digo, o se me va la vista, o me tiro de cabeza... La dichosa alfombra me está poniendo malo, preferiría tener un precipicio y pasar en una tabla, que tener que atravesar a paso lento la larga tira gris y roja, extendida en el suelo de mi pasillo.
Bueno, no tengo más que contarte.
Ahora estoy oyendo en el gramófono «Jocelyn» de Godard... ¡¡Me da una rabia!! Tu madre puede que entienda esa rabia, pero qué le vamos a hacer. Bueno, te voy a dejar que tengo que cortarle los rabos a los claveles, y cambiarles el agua; el pájaro se ha hecho una bola de plumas (pone un dibujo), y no enseña más que la cola... No sé dónde tiene la cabeza. A mí, particularmente, me parece que está durmiendo profundamente, pero ahora vendrá Juan y me lo despertará... le conozco.
Bueno, es el día siguiente”
(Carta a su hermano Luis Fernando, Madrid, 4 de noviembre de 1932, en: Hermano Rafael Arnáiz Barón, Obras Completas, Editorial Monte Carmelo, Burgos 2002, 4ª edición, 63).

No cabe duda: Rafael está muy contento en Madrid haciendo su vida de estudiante y conociendo mundo. Es el mundo de la España de los años treinta, de la efervescencia de la II República y, ¡cómo no! del “progreso” (¿os suena?). También él parece que llegó a “adorar” un poco las nuevas posibilidades que le ofrecía la vida moderna. En aquellos tiempos, tenía con frecuencia ¡un coche! a su disposición y fijáos con que sencillez escribirá años más tarde confesando su pequeña “idolatría”:

“Yo también alguna vez allá en el mundo, corría por las carreteras de España, ilusionado de poner el marcador del automóvil a 120 kilómetros por hora... ¡Qué estupidez! Cuando me di cuenta de que el horizonte se me acababa, sufrí la decepción del que goza la libertad de la tierra..., pues la tierra es pequeña y, además, se acaba con rapidez”
("Libertad", 15 de diciembre de 1936, de Mi Cuaderno, en: Obras Completas 802).

En fin, que cuando llega la hora de pedir el ingreso en el monasterio, Rafael está tan contento de la vida, que le podrá escribir al Abad diciéndole que él no se hace monje porque la vida le ofrezca poco; le confiesa más bien con sinceridad y desparpajo que lo tiene todo:

“...no me mueve para hacer este cambio de vida, ni tristezas, ni sufrimientos, ni desilusiones y desengaños del mundo... Lo que éste me puede dar, lo tengo todo. Dios en su infinita bondad, me ha regalado en la vida, mucho más de lo que merezco... Por tanto, mi reverendo Padre, si me recibe en la comunidad con sus hijos, tenga la seguridad de que recibe solamente un corazón muy alegre y con mucho amor a Dios”
(Carta a Don Félix Alonso García, Ávila, 19 de noviembre de 1933, en Obras Completas 81).

2. Total: que Rafael conoce la vida y está contento con ella. Sin embargo, hay algo que le inquieta profundamente en aquella sociedad tan satisfecha de sí misma, en la que a él le tocó vivir, y tan parecida a la nuestra de hoy. Aquel hombre joven, de alma de artista, dotado para el dibujo, para la pintura, para la música, para la pluma, para el volante, etc. sentía una llamada desde el fondo de todo eso y más allá de todo ello hacia un Amor indescriptible que le arrastra irresistiblemente hacia sí. Rafael echaba de menos un mundo más capaz de abrirse a Dios y menos cerrado en sí mismo y en sus conquistas. No se explica cómo es posible que los hombres vivan tan absortos con las cosas que ellos hacen y tan olvidados de aquel Amor que no pasa, del que provienen el ser y la vida. En definitiva, un corazón joven que no se conforma con las cosas de este mundo, por más hermosas e interesantes que sean. Lo eran, de hecho, para Rafael, pero no eran bastante.

Rafael era, por tanto, sensible al gran problema de nuestro tiempo, que es el olvido de Dios que la gente sufre con tanta frecuencia a causa de una visión de la vida centrada simplemente en lo que el ser humano puede conseguir o cree que puede conseguir. La tragedia de la vida moderna, que impide a los hombres “ver a Dios” y los hace esclavos del llamado “progreso”, la expresó un día Rafael con una especie de parábola que dice así:

“Yo me imagino a toda la humanidad en un gran valle..., inmenso y lleno de sol. Todos los hombres están en él; van y vienen, se mueven y gritan... Dios está en lo alto de una montaña desde donde se domina el valle, que es más inmenso que el mar... Los hombres y mujeres que están en él ven la cima del monte donde está Dios, pero a Él no le ven...
De la inmensa muchedumbre, que es toda la humanidad, llega hasta la cumbre del monte donde está Dios un clamor como un trueno... Son las conversaciones de los hombres, su música mezclada a gritos de combate, ayes de dolor y de alegría, retumbar de tambores, pitidos de fábricas, motores eléctricos, gritos de las plazas y de los circos, millones y millones de discusiones, conversaciones, conferencias, cines y teatros; todo ese griterío capaz de enloquecer a quien no fuese Dios, llega hasta la cumbre del monte..., pero allí se para; Dios no lo oye. Todo ese ruido lo desdeña, le ofende y no lo oye... Entonces ¿qué escucha? ¿Por qué Dios no barre de un soplo toda esa muchedumbre de gente, que no hace más que un ruido insoportable?... Parece que a Dios algo le detiene... Algo escucha complacido. ¿Es un murmullo? No... apenas se oye... Entonces, ¿qué es?...
Nos ponemos a mirar detenidamente a los hombres del valle y vemos que algunos no gritan, no discuten, no corren ni pegan martillazos... ¿Qué hacen? Parece que no hacen nada... Están en silencio y de rodillas... Los demás los miran y se extrañan; les estorban algunas veces en su camino, y o se burlan de ellos o los quitan de enmedio... Pero ellos siguen en silencio y siguen de rodillas... Entonces vamos a ellos y les preguntamos, ¿qué hacéis? ¿Por qué no [os] unís a nosotros, en el progreso, en la civilización?... Y entonces ellos nos dicen: Calla, hermano, no metas ruido, que estoy hablando a Dios...”
("Apología del trapense", septiembre de 1934, en: Obras Completas 271).

El “progreso” sin Dios es “ruido” que aturde, no a Dios, sino a los hombres. En cambio, algunos que parece que no hacen nada, por estar de rodillas y en silencio ante Él, son precisamente quienes se hacen clarividentes y tienen la clave del futuro de la Humanidad. Por aquellos mismos días, Rafael hacía en Oviedo una experiencia que él cuenta así:

“Cuando salí de la iglesia, era de noche. No quise dirigir mis pasos al centro de la ciudad, y me encaminé a los barrios extremos... En ellos se ve lo de siempre: pobreza material y moral... Las casas, sucias y negras, dejaban ver de vez en cuando el interior mal alumbrado de las habitaciones, olor a polvo y humedad; mujeres desgreñadas chillando a los chiquillos que juegan en el arroyo... Las calles mal alumbradas y sucias; los comercios se reducen a casas donde se vende nada más que lo indispensable..., pan y alpargatas. De vez en cuando, una taberna de la que se desprende un olor a tabaco, a vino y a comida barata. Todo esto debajo de un cielo encapotado y sin estrellas...
Esto es el pueblo, el pueblo pobre, donde el hambre es una cosa corriente, y a donde los habitantes del centro de la ciudad, no quieren venir, porque la miseria les molesta. Allí hay comercios de lujo, las casas tienen un portero y ascensor; hay anuncios luminosos en los teatros, y los coches brillantes y limpios se pueden deslizar por el asfalto sin llenarse de barro y sin tropezar con chiquillos que juegan en el arroyo.
Y, sin embargo, tanto los pobres como los ricos son hijos de Dios, todos tienen las mismas miserias y los mismos pecados..., pero algún día, cuando Dios juzgue, ¡qué sorpresas nos vamos a llevar!! La desesperación del que tiene hambre se puede justificar, pero el egoísmo del que tiene dinero, y los pobres le molestan, eso no tiene perdón.
Si a Dios le olvidan los de arriba, ¿por qué nos extrañamos que se rebelen los que están abajo?... No hay que ir al pobre a predicarle paciencia y resignación, sino que hay que ir al rico y decirle, que si no es justo y no da lo que tiene, la ira de Dios caerá sobre él.
Al ir caminando por estos barrios, muchos pensamientos me asaltaban de indignación y de vergüenza. Cuanto más se le destierre a Dios de la sociedad, habrá más miseria, y si en un pueblo que se llama cristiano, las criaturas se odian por razón de castas, de intereses, y se separan en barrios ricos y pobres, ¿qué pasará el día que el nombre de Dios sea maldecido por unos y por otros?... Si al pobre le quitan la idea de Dios, ya no le queda nada; su desesperación es justificable, su odio a los ricos es natural, su deseo de revolución y anarquía es lógico; y si al rico la idea de Dios le estorba, y no hace caso de los preceptos del evangelio y las enseñanzas de Jesús..., entonces que no se queje, y si su egoísmo le impide acercarse al pobre, no se extrañe que éste pretenda arrebatarle a la fuerza lo que tiene.
Al ver la sociedad tal como está hoy día, ¿quién es el cristiano que no le duele el alma, el verla en tal estado?... Cuando pienso que todos los conflictos sociales, todas las diferencias se allanarían si mirásemos un poco hacia ese Dios que tan abandonado estaba en la iglesia que yo acababa de visitar... Cuando pienso, al ver el espectáculo que presentan los hombres, que los odios y las envidias, los egoísmos y las mentiras, desaparecerían si mirásemos a Dios... Cuando veo tan fácil la solución para que los hombres sean felices, pero éstos, ciegos o locos no lo quieren ver..., entonces no puedo menos de exclamar: Señor..., Señor, mira a tu pueblo que sufre... Los hombres no son malos, Señor..., pero si Tú les abandonas, ¿quién podrá, Señor, subsistir?... ¿Qué podemos hacer nosotros solos? Nada; absolutamente nada... Si Tú apartases tu mirada del mundo por un solo instante, el mundo se hundiría en el «caos»... Perdónanos, Señor.”
("Apología del trapense", en Obras Completas 267-269).

Pocos días después de que Rafael hubiera escrito estas reflexiones, Oviedo fue arrasada por la revolución de octubre de 1934, preludio de la Guerra Civil española y, también, de la Segunda Guerra Mundial. Adorar el “progreso”, sea del tipo que fuere: material o cultural, de un signo político o de otro, es ponerse en el camino del fracaso y de la catástrofe. Rafael se percató bien de ello. Y se hizo el propósito firme de no adorar más que al Creador de todos.

II. La adoración existencial de un joven místico

“Hemos venido a adorarle” (Mt 2, 2)

Rafael lo abandonó todo... su carrera, su futura profesión, su familia para adorar sólo a Dios. ¿Es necesaria tanta radicalidad? ¿Pide tanto el Creador de nosotros, débiles criaturas? ¿Tenemos que hacernos todos monjes para poder ser de verdad adoradores de Dios? ¿Fracasaremos nosotros y fracasará el mundo si no nos hacemos todos monjes y monjas? Claro que no. Dios sólo desea que le demos por entero nuestro corazón. Rafael tuvo claro que él sólo lo podía hacer como lo hizo: cambiando los lápices y el traje de seda por la azada y el hábito de áspera lana. A cada hombre y a cada mujer Dios le muestra un camino propio para que él o ella le entreguen por completo su existencia. Eso es adorar “en espíritu y en verdad”, como nos pide Jesús.

Es posible que Jesucristo le pida a más de uno de vosotros que lo abandone todo para dedicarse exclusivamente a él en la vida monástica o en el apostolado. A la mayoría Dios os llamará a haceros santos en el hogar y en el trabajo. Pero a todos, absolutamente a todos, nos pedirá adoración “en espíritu y en verdad”. Por eso, los grandes adoradores, como Rafael, nos sirven a todos de ejemplo y de estímulo. Recordaréis que, en la Jornada Mundial de la Juventud de 1989, en Santiago de Compostela, Juan Pablo II propuso a Rafael como modelo de seguimiento de Jesucristo para todos los jóvenes.

Pues bien, nos acercamos a Rafael el 5 de enero de 1935, víspera del día de Reyes, y lo encontramos en Oviedo, por la noche, escribiéndole a su tía María lo siguiente:

“Me voy a acostar y mañana, día de Reyes, iré a adorar al Niño y le ofreceré... lo de siempre...”
(Obras Completas 600).

¿Qué es eso “de siempre” que Rafael le ofrece a Jesucristo, junto con los dones de los Reyes, como expresión de que le adora de verdad? Pues, sencillamente todo lo que es y lo que tiene. Es, más en concreto, su trabajo, sus deseos, su salud y su vida. Hacer ofrenda de todo a Dios por amor... trabajo, deseos, vida: eso es adorar de verdad. Veamos cómo lo hacía Rafael.

1. El trabajo, el estudio o cualquiera de nuestras actividades, sólo tienen verdadera capacidad de llenar nuestra existencia cuando son ofrecidas, es decir, cuando las hacemos más que por lo que valen en sí, por lo que ponemos en ellas de entrega de nosotros mismos. Entonces cualquier actividad puede ser valiosa, aunque no obtenga grandes resultados o aunque sea tenida por poco importante. Entonces el trabajo no nos esclavizará ni nos empujará a la envidia ni a la codicia. Lo vemos muy bien en lo que le pasó una fría mañana de invierno a Rafael en el monasterio:

“En mis manos han puesto una navaja, y delante de mí un cesto con una especie de zanahorias blancas muy grandes y que resultan ser nabos. Yo nunca los había visto al natural, tan grandes... y tan fríos... ¡Qué le vamos a hacer!, no hay más remedio que pelarlos. El tiempo pasa lento, y mi navaja también, entre la corteza y la carne de los nabos que estoy lindamente dejando pelados.
Los diablillos me siguen dando guerra. ¡¡Que haya yo dejado mi casa para venir aquí con este frío a mondar estos bichos tan feos!! Verdaderamente es algo ridículo esto de pelar nabos, con esa seriedad de magistrado de luto.
Un demonio pequeñito, y muy sutil, se me escurre muy adentro y de suaves maneras me recuerda mi casa, mis padres y hermanos, mi libertad, que he dejado para encerrarme aquí entre lentejas, patatas, berzas y nabos.
El día está triste... No miro a la ventana, pero lo adivino. Mis manos están coloradas, coloradas como los diablillos; mis pies ateridos... ¿Y el alma? Señor, quizás el alma sufriendo un poquillo... Mas no importa..., refugiémonos en el silencio.
Transcurría el tiempo, con mis pensamientos, los nabos y el frío, cuando de repente y veloz como el viento, una luz potente penetra en mi alma... Una luz divina, cosa de un momento... Alguien que me dice que ¡qué estoy haciendo! ¿Que qué estoy haciendo? ¡Virgen Santa!! ¡qué pregunta! Pelar nabos..., ¡pelar nabos!... ¿Para qué?... Y el corazón dando un brinco contesta medio alocado: pelo nabos por amor..., por amor a Jesucristo.
Ya nada puedo decir que claramente se pueda entender, pero sí diré que allá adentro, muy adentro del alma, una paz muy grande vino en lugar de la turbación que antes tenía. Sólo sé decir que el solo pensar que en el mundo se puede hacer de las más pequeñas acciones de la vida actos de amor de Dios; que el cerrar o abrir un ojo hecho en su nombre nos puede hacer ganar el cielo; que el pelar unos nabos por verdadero amor a Dios, le puede a Él dar tanta gloria y a nosotros tantos méritos, como la conquista de las Indias; el pensar que por sólo su misericordia tengo la enorme suerte de padecer algo por Él... es algo que llena de tal modo el alma de alegría, que si en aquellos momentos me hubiera dejado llevar de mis impulsos interiores, hubiera comenzado a tirar nabos a diestro y siniestro, tratando de hacer comunicar a las pobres raíces de la tierra la alegría del corazón... Hubiera hecho verdaderas filigranas malabares con los nabos, la navaja y el mandil.
Me reía a «moco tendido» (quizás por el frío) de los diablillos rojos, que asustados de mi cambio, se escondían entre los sacos de garbanzos y en un cesto de repollos que allí había.
(...)
¿Qué importa el pesar de un momento, el sufrir un instante?... Lo que sé decir es que no hay dolor que no tenga compensación en ésta o en la otra vida, y que en realidad para ganar el cielo se nos pide muy poco. Aquí, en una Trapa, quizás sea más fácil que en el mundo, pero no es por el género de vida éste o aquél, pues en el mundo se tienen los mismos medios de ofrecer algo a Dios. Lo que pasa es que el mundo distrae y se desperdicia mucho.
(...)
Aprovechemos esas cosas pequeñas de la vida diaria, de la vida vulgar... No hacen falta, para ser grandes santos, grandes cosas; basta el hacer grandes las cosas pequeñas.
En el mundo se desaprovecha mucho, pero es que el mundo distrae... Tanto vale en el mundo el amar a Dios en el hablar, como en la Trapa en el silencio; la cuestión es hacer algo por Él..., acordarse de Él... El sitio, el lugar, la ocupación, es indiferente.
Dios me puede hacer tan santo pelando patatas como gobernando un imperio.
Qué pena que el mundo esté tan distraído..., porque he visto que los hombres no son malos..., y que todos sufren, pero no saben sufrir...
Si por encima de la frivolidad, si por encima de esa capa de falsa alegría con que el mundo oculta sus lágrimas, si por encima de la ignorancia de lo que es Dios, elevaran un poco los ojos a lo alto..., seguramente les ocurriría lo que al fraile de los nabos..., muchas lágrimas se enjugarían, muchas penas se endulzarían y muchas cruces se amarían para poder ofrecerlas a Cristo.
Cuando terminó el trabajo, y en la oración me puse al pie de Jesús muerto..., allí a sus plantas deposité un cesto de nabos peladitos y limpios... No tenía otra cosa que ofrecerle, pero a Dios le basta cualquier cosa ofrecida con el corazón entero, sean nabos, sean imperios.
La próxima vez que vuelva a pelar raíces, sean las que sean, aunque estén frías y heladas, le pido a María no permita se me acerquen diablillos rojos a hacerme rabiar. En cambio, le pido me envíe a los ángeles del cielo, para que yo pelando y ellos llevando en sus manos el producto de mi trabajo, vayan poniendo a los pies de la Virgen María rojas zanahorias; a los pies de Jesús, blancos nabos, y patatas y cebollas, coles y lechugas...
En fin, si vivo muchos años en la Trapa, voy a hacer del cielo una especie de mercado de hortalizas, y cuando el Señor me llame y me diga basta de pelar..., suelta la navaja y el mandil y ven a gozar de lo que has hecho..., cuando me vea en el cielo entre Dios y los santos, y tanta legumbre..., Señor Jesús mío, no podré por menos de echarme a reír”
("Las piruetas de los nabos", 12 de diciembre de 1936, Mi Cuaderno, en Obras Completas 786-793).

El buen humor que derrocha Rafael en su voluntario encierro monástico es una prueba de la verdad de lo que dice: “no hacen falta grandes cosas, basta el hacer grandes las cosas pequeñas”. ¿Y cómo se hacen grandes? Ofreciéndolas, finalizándolas, transfigurándolas por el amor a Dios que ponemos en ellas.

2. Lo que pasa es que estamos constantemente deseando cosas que a nosotros nos parecen grandes; o deseando precisamente lo que no tenemos. Bueno, pues si adoramos verdaderamente a Dios, si tenemos puesto del todo nuestro corazón en Él, también sabremos silenciar ese fragor de los deseos, que van y vienen, para encontrar la paz y la serenidad del alma. El verdadero adorador de Jesucristo no es, ciertamente, ningún pasota, ningún desinteresado por lo bueno y por lo bello, pero su alma se serena y pacifica, saciada por el único eterno y gran Amor; y podrá repetir constantemente, como Rafael, ante los avatares de la vida y ante los deseos contradictorios y siempre inquietos del corazón: “¡qué más da!”; ¡qué más da, en el fondo, este lugar que aquel otro, esta ocupación que aquella otra que tanto me interesaría! ¡Nada de este mundo me ata, porque lo tengo todo en el Amor de Dios! Rafael es un maestro de esta “espiritualidad del qué más da”.

Os leo lo que le dice en una carta a su tía María sobre esa libertad espiritual, después de haberse despedido de ella para ingresar de nuevo pronto al monasterio. Lo hace con lenguaje de San Juan de la Cruz (Cántico espiritual, canción 3: Buscando mis amores,/iré por esos montes y riberas;/ni cogeré las flores,/ni temeré las fieras,/y pasaré los fuertes y fronteras).

“¡Qué pena me dio el verte llorar en Ávila cuando nos fuimos...! (...)
No me extraña nada lo que me dices del consuelo y la paz que te dio el Señor al leer a San Juan de la Cruz. A mí me pasó lo mismo... El día anterior habíamos leído en Sonsoles: «Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras...». Pues bien, con ese pensamiento y con la ayuda de María, hice todo el camino... Veía pasar pueblos, personas y paisajes; y, con el volante muy apretado en las manos, y - ¿por qué no? - con muchas ganas de llorar, seguía, seguía la carretera sin detenerme...
Acababa de dejar en Ávila muchas flores de las de San Juan de Cruz... El Señor me pide seguir y no detenerme. ¿Qué hacer?, pues lo de siempre: mirar arriba, mirar muy alto..., y seguir sin detenerme... Haz tú lo mismo. La Virgen te mira y Dios te ayuda; no te importe ni el llorar ni el reír, ¿qué más da? El barro es siempre barro y no nos podemos mudar. Lo importante es que ese barro sea de Dios, que Él haga lo que quiera, y que todo nos lleve a Él.
¡Qué difícil es no coger las flores! Pero también, qué fácil es... Una vez hecho el tirón, Dios atrae de tal manera y con tal suavidad, que nada cuesta... ¿Qué más da llorar?... Llora todo lo que puedas; ríete y goza, cuando puedas. ¡Qué más te da!... La que ríe y llora eres tú..., y tú no eres nadie, tú no eres nada... Y, créeme, queridísima hermana - ¿no te importa que te llame así? - créeme: el día que lo veas..., el día que estés desprendida de todo y de ti misma, entonces verás que todo lo que a nosotros nos pase, nos tendrá sin cuidado. Ni el sufrir, ni el gozar atraerán nuestras miradas... Entonces veremos mejor a Dios. No nos miremos tanto a nosotros mismos..., y si nos miramos, y escudriñamos, sea para buscar a ese Dios escondido, que tenemos en nosotros.
El otro día, aun en medio de mi aflicción y de mi pena, había momentos en que, olvidándome de todo, gozaba de Dios en medio de la carretera. ¡Pasaba todo tan deprisa!..., era todo tan pequeño, aun yo mismo, tan insignificante a los ojos de Dios... Tenía tanta prisa por verle... que no sabía lo que hacía. «Ni cogeré las flores», pensaba... ¿Qué flores? ¿He cogido yo alguna vez flores? No..., no me puedo detener, no hace falta hacer esfuerzo, no necesito detenerme..., aunque quisiera no podría, Dios no me deja. ¿No te pasa a ti lo mismo?
Qué alegría, Señor, mándame lo que sea, o flores o espinas, ¿qué más da? No me he de detener a mirar nada, pues con mirarte a Ti tengo bastante; ¡llenas de tal manera, amas de tal modo!, que todo ante Ti desaparece y quedamos en nada...
¡Qué alegría, Señor, el poder verte a Ti y el no vernos a nosotros! ¿Qué más da flores o espinas si eres Tú el que las das, el que nos las llevas y el que nos las quitas? Nosotros no hacemos nada, pues nada sabemos hacer; Tú lo haces todo... Nosotros, si hablamos de la cruz, es para quejarnos con egoísmo; si buscamos consuelo, a nosotros [nos] buscamos; si queremos amarte, lo hacemos con ruindad, y no sabemos...
¡Qué alegría, Señor, pensar que Tú nos lo haces todo!..., entonces todo es grande y hermoso.
Señor, no puedo detenerme, porque si me detengo, es para buscarme a mí mismo, y en mí no hallo nada que merezca la pena; tengo que seguir hasta Ti, ¿qué me importan las flores? ¿Qué me importan las espinas? A Ti te tengo, tengo tu amor, lo tengo todo... Qué alegría el verse en nada, y sin nada.
Con estos pensamientos continuaba el viaje a Oviedo... A los lados del camino, dejaba muchas cosas, pero no las quería. Dios me esperaba allá en el horizonte, y no me podía detener, ni yo quería tampoco.
Cuesta mucho desprenderse,... pero una vez desprendido, se vuela mejor. Después rezaba Avemarías para que a ti te ayudara Dios como a mí me ayudaba.
Llegamos a Oviedo a las seis y media. Comimos en León e hicimos el viaje perfectamente sin marearse nadie”
(Carta a su tía María, Oviedo, 8 de noviembre de 1935, en: Obras Completas).

3. La adoración que no se queda en palabras vacías y que permite “volar mejor” - como nos enseña Rafael - consiste en disfrutar de tenerlo todo con tener tan sólo el amor de Dios. Así, se adora haciendo grandes las cosas pequeñas de cada día; se adora con la sana indiferencia respecto de los deseos de cualquier cosa; y, por este camino, la adoración llega a convertirse en la locura de querer estar con Jesucristo en su misma cruz. Querer la cruz con Él es el grado supremo de la adoración. Que nadie se confunda. No se trata de ningún masoquismo. Se trata más bien de estarse con gusto allí donde el Amor todopoderoso nos sale al encuentro.

Rafael murió a los 27 de años de un coma diabético, después de haber tenido que abandonar varias veces el monasterio a causa de esta enfermedad y después de haber vuelto una y otra vez, en cuanto podía, al lugar donde él sabía que Dios le quería. Cuando regresa por última vez, el 15 de diciembre de 1937, España estaba en guerra y todos los monjes jóvenes habían sido llamados por el ejército. En el monasterio se pasaban estrecheces y ni siquiera contaban con el hermano enfermero que había atendido a Rafael en ocasiones anteriores. Precisamente a este hermano, que estaba en un cuartel, Rafael le escribe una carta hablándole de su vuelta al monasterio. Es conmovedora la forma en la que le cuenta cómo está dispuesto a seguir la llamada del Amor, aun a sabiendas de que le puede costar la salud y la vida. Porque es el mismo Jesucristo quien le llama a acompañarle hasta el final. Esuchad a Rafael:

“Escribí al Padre Abad diciéndole que una vez hecho el reconocimiento, volvería al convento, y me contestó el Padre José, diciéndome que volviera cuando quisiera, que las puertas las tenía siempre abiertas... pero que lo pensase bien y no me precipitase ya que ahora no tienen enfermero y sería de lamentar me volviese a ocurrir lo pasado. Eso es todo.
Humanamente hablando, es muy prudente, ¿no te parece? Pero ¿qué he de hacer? Pues mira, yo pienso de la manera siguiente, a ver qué te parece.
Suponte que tú estás en tu casa enfermo, lleno de cuidados y atenciones, casi tullido, inútil..., incapaz de valerte en una palabra. Pero un día vieras pasar debajo de tu ventana a Jesús... Si vieras que a Jesús le seguían una turba de pecadores, de pobres, de enfermos, de leprosos. Si vieras que Jesús te llamaba y te daba un puesto en su séquito, y te mirase con esos ojos divinos que desprendían amor, ternura, perdón y te dijese: ¿por qué no me sigues?... ¿Tú, qué harías? ¿Acaso le ibas a responder... Señor, te seguiría si me dieras un enfermero..., si me dieras medios para seguirte con comodidad y sin peligro de mi salud... Te seguiría si estuviera sano y fuerte para poderme valer...?
No, seguro que si hubieras visto la dulzura de los ojos de Jesús, nada de eso le hubieras dicho, sino que te hubieras levantado de tu lecho, sin pensar en tus cuidados, sin pensar en ti para nada, te hubieras unido, aunque hubiera sido el último..., fíjate bien, el último, a la comitiva de Jesús, y le hubieras dicho: Voy, Señor, no me importan mis dolencias, ni la muerte, ni comer, ni dormir... Si Tú me admites, voy. Si Tú quieres puedes sanarme... No me importa que el camino por donde me lleves sea difícil, sea abrupto y esté lleno de espinas. No me importa si quieres que muera contigo en una Cruz...
Voy, Señor, porque eres Tú el que me guía. Eres Tú el que me promete una recompensa eterna. Eres Tú el que perdona, el que salva... Eres Tú el único que llena mi alma.
Fuera cuidados de lo que me pueda ocurrir en el porvenir. Fuera miedos humanos, que siendo Jesús de Nazaret el que guía..., ¿qué hay que temer?
¿No te parece, hermano, que tú le hubieras seguido, y nada del mundo ni de ti mismo, te hubiera importado? Pues eso es lo que a mí me pasa.
Siento muy dentro de mi alma esa dulce mirada de Jesús. Siento que nada del mundo me llena; que sólo Dios..., sólo Dios, sólo Dios...
Y Jesús me dice: puedes venir cuando quieras... No te importe ser [el] último, ¿acaso por eso te quiero menos? Quizás más.
No me tengas envidia, hermano, pero Dios me quiere mucho...
Por otra parte, la carne me tira; el mundo me llama loco e insensato... Se me hacen prudentes advertencias... Pero ¿qué vale todo eso, al lado de la mirada de un Dios como Jesús de Galilea, que te ofrece un puesto en el cielo, y un amor eterno? Nada, hermano..., ni aun por sufrir hasta el fin del mundo merece la pena dejar de seguir a Jesús”
(Carta al H. Tescelino, 1 de noviembre de 1937, en Obras Completas 967-968).

Conclusión

“Hemos venido a adorarle” (Mt 2, 2)

Hemos venido a hacer un ejercicio de amor místico, de amor de identificación con Jesucristo. Seguro que las palabras y la vida del Hermano Rafael os animarán a convertiros en adoradores en espíritu y en verdad. Adorar así es ganar la vida dejándola que se abrase toda entera en el fuego del Amor eterno, que es Dios.

Hoy día, como también en los días de Rafael, son muchos los que se olvidan de Dios o viven como si Dios no existiera, adorando falsos dioses. Pero los falsos dioses jamás dan lo que prometen. El “progreso”, convertido en ídolo, al que todo se le ofrece, promete libertad, pero lo que realmente da es aburrimiento, por un lado, y violencia y muerte, por otro. La cara de los ídolos es amable, pero su corazón es de hierro.

Termino dejando hablar de nuevo a Rafael. Oíd lo que le escribía a su abuela materna que, al parecer se le había quejado de sus muchos años y de lo poco que podía hacer ella. Rafael le habla como el místico de 24 años que entonces ya era y le dice algo que vale también para todos nosotros:

“¿Qué más da ser trapense que ser militar, ser pobre o rico, alto o bajo, hombre o mujer? El amor a Dios debe ser único, y no valdrá [decir] allá un día, delante de Jesús..., yo, Señor, te he querido, pero como he tenido que ir todos los días al cuartel, pues claro, el militar no puede ocuparse en otra cosa..., y el labrador ocupado con sus yuntas, tampoco tiene tiempo, y el intelectual no puede interesarse en «ñoñeces de fraile», y así sucesivamente todo el mundo.
Ya ves, tú tienes muchos años, pero ¿qué más da? Ves el sol, el cielo y las flores que son criaturas de Dios y publican su gloria. Tienes un Sagrario cerca donde puedes hablar a Jesús para que Él te consuele en todo. Tienes un nieto que te quiere mucho (aunque tú no lo creas), que ha pedido y pedirá por ti en un coro de monjes del Císter... En una palabra, tienes a Dios y la protección de la Virgen, ¿qué más puedes pedir? No me digas que te falta algo porque lo tienes todo”
(Carta a su abuela, Fernanda Torres; Oviedo, 30 de septiembre de 1934, en: Obras Completas 294 y 295).

Sí: ¡Sólo Dios basta!

Hermano Rafael, intercede por nosotros para que sepamos adorar como tú.

Genealogía del Beato Rafael Arnáiz

En todas las fuentes bibliográficas entorno al Beato Rafael Arnáiz Barón se hace incapié en el estatus social y la vida holgada que tuvo y pudo tener como contrapunto a su elección de pertenecer a la sóbria existencia Trapense.

Se hace mención de esta manera a la situación económica y asentada por parte de su padre y al linaje noble de su madre. Y realmente no es para menos. Su madre se remonta en linaje noble más allá del siglo XIII.

Según creo haber podido interpretar, debido a la gran complejidad de estos temas y tras la minuciosa lectura de su genealogía, Rafael Arnáiz Barón perteneció a la Rama Cuarta de la troncal de los Barón-Hidalgo de Sevilla.

Principal fuente consultada: http://www.euskalnet.net/laviana/gen_hispanas/baron_1_4.htm

Intentaré ser claro y preciso en la medida que mi corto conocimiento sobre el tema de genealogía me lo permita y la refundición de la múltiple información recopilada desde la anterior web señalada y mil y un lugar diferente sea correcta.

El primer documento escrito que data del origen del linaje se encuentra en la persona de Geracio Barone, Militar provenzal llegado a Italia con el séquito de Carlos de Anjou, del que se conoce el diploma original de concesión del feudo rústico de La Cáttiva y Livadi, en Calabria, fechado el 23-VII-1279.

Antonelo Barón, nació aproximadamente en 1400 en Italia. El Capitán Antonelo Barón participó en la defensa de los castillos de Aversa y de la Cerra, en las tierras de labor de la provincia de los Abruzos, cuyos castillos, después de rendidas a Alfonso V las ciudades correspondientes en 1439 y 12-I-1440, siguió defendiendo.

Posteriormente pasó Antonelo al real de Alfonso V de Aragón y éste le confirmó por timbre y aumento de sus armas las barras de Aragón y un castillo de plata sobre gules en el primer cuartel del frente de la diestra.

Luis Barón Myplan, probablemente nació en Italia. Conde de Montemayor y Mariscal de Saboya.

Cuando Alfonso V se retiró a Aragón debió llevarse consigo a Antonelo o algún hijo suyo, pues en 18-X-1510 aparece un Luis Barón Myplan, entre otros caballeros, para celebrar el desposorio como testigo de Carlos Duque de Saboya con la Reina Doña Juana de Nápoles, sobrina del Rey Católico, matrimonio que no llegó a celebrarse.

I.- Pedro Barón. Es hijo, nieto, sobrino o descendiente de Luis Barón Miplem. Fue el que pasó a las Encartaciones de Vizcaya en mediados del siglo XVI, a Villaverde de Trucíos.

II.- Pedro Barón del Campo. Fundador de aquel lugar del Campo de las Bárcenas, pues consta en los empadronamientos del Rey de Armas Guerra y otros muchos documentos, que procedía de Aragón. Figura en el Padrón de Nobleza del valle de Villaverde de Trucíos en los años 1614 y 1619. Defendió las costas de las Encartaciones de los piratas del Norte, en tiempos de Felipe II. En 1616 fue Síndico y Procurador Real del Valle de Villaverde.

Casó Pedro Barón del Campo con Mariana de Mollinedo en 1583, con la que tuvo a:

III.- Juan Barón del Campo Mollinedo, nacido hacia 1605 en la parroquia Santa María de Villaverde, en el Valle de Trucíos, figura en el Padrón de Nobleza del valle de Villaverde de Trucíos en el año 1652. Casó en 1636 con Josefa de los Oyos y de Hoyos, de igual naturaleza y fueron padres de:

1.- Pedro Barón del Campo y de los Oyos, que sigue la línea.
2.- Antonio Barón del Campo y de los Oyos, que seguirá como Rama Segunda.

IV. Pedro Barón del Campo y de los Oyos, nacido en el citado Villaverde el 29-III-1637. Figura en el Padrón de Nobleza del valle de Villaverde de Trucíos en el año 1652. Casó el día 30-X-1656 con Sabina de la Torre y Solapeña (nacida en Villaverde el 24-IV-1633). Tuvieron tres hijos que por simplificar nos quedamos con los que nos importan:

2.- Antonio Barón del Campo y de la Torre, que sigue la línea.
3.- José Barón del Campo y de la Torre, que seguirá como Rama Tercera.

V.- Antonio Barón del Campo y de la Torre, natural del Valle de Trucíos (1659). Figura en el Padrón de Nobleza del valle de Villaverde de Trucíos en los años 1713, 1723 y 1737. Casó con Antonia Mollinedo-Barón, de igual naturaleza. Fueron padres de cuatro hijos:

4.- Pedro de Barón y Mollinedo, que sigue la línea.

VI.- Pedro de Barón y Mollinedo, nacido en 1703 en Villaverde de Trucíos y fallecido en el mismo. Figura en el Padrón de Nobleza del valle de Villaverde de Trucíos en los años 1730, 1737 y 1765. En 1765 fue Síndico y Procurador General y Real por el estado noble. Se casó en 1737 con Magdalena de Villanueva y Mollinedo, que nació en Villaverde de Trucíos. Fueron padres de seis hijos:

6.- Joaquín Ventura de Barón y Villanueva, que sigue la línea.

VII.- Joaquín Ventura de Barón y Villanueva (Villaverde Trucíos, 11-I-1739). Fallecido joven, el 15-X-1777, abintestato, recibiendo sepultura en su parroquia. Figura en el Padrón de Nobleza del valle de Villaverde de Trucíos en el año 1765, Teniente Corregidor del Valle en 1774, Juez Honorario en 1775, hidalgo en padrón de 1775 (así como sus ascendientes). Declaración judicial de herederos en Villaverde de Trucíos el 11-VII-1818. Casó en dicho Villaverde el 2-V-1757, previa dispensa papal por consanguinidad en cuarto grado, con Manuela Lorenza Hernández Palacio Campos Ahedo (Villaverde, 5-II-1732). Fueron padres de diez hijos:

4.- Francisco Miguel Barón y Hernández, Tatarabuelo del Beato, que sigue la línea.

VIII.- Francisco Miguel de Barón y Hernández, bautizado en la parroquia Santa María del Valle de Villaverde de Trucíos el día 26-I-1763. Caballero de la Orden de Calatrava. Figura en el Padrón de Nobleza del valle de Villaverde de Trucíos en los años 1787 y 1801. Siendo vecino de Cádiz probó nobleza (por razón de ser vizcaíno originario) ante el Teniente Corregidor de Balmaseda. Debió ser comerciante o marino mercante, pues en el Archivo Histórico Nacional hay un expediente de 14 folios iniciado en 1796 en el Consulado de Comercio de Cádiz, de José María Miranda contra Francisco Miguel Barón por pago de pintados. Francisco testó en Madrid el 26-X-1818. Había casado el 15-X-1795 con María Rita de Padilla y Arrafán en Conil de la Frontera (Cádiz), donde ésta había nacido el 15-X-1771. Fueron padres de siete hijos:

2.- Manuel Barón y Padilla, Bisabuelo del Beato, que seguirá como Rama Cuarta. PUNTO DE ORIGEN DE LA RAMA DE RAFAEL.
5.- Francisco de Asís Barón y Padilla, que sigue esta línea. A partir de aquí abandonamos la Rama Primera para centrarnos en la del Beato.

RAMA CUARTA.

I.- Manuel Barón y Padilla, fue bautizado en Cádiz el 11-XII-1801. Coronel de Caballería. Testó en Sevilla el 27-IV-1872. Casó en Cádiz el 28-VI-1842 con María Mercedes de Cea Bermúdez y Navarro, bautizada en Málaga el 18-II-1818 (hija de José Cea Bermúdez, de Málaga, y de Catalina Navarro de Rosas, de Pizarra). Fueron padres de cuatro hijos:

3.- Alvaro Barón y Cea Bermúdez, Abuelo del Beato y que sigue la línea.

II.- Alvaro Barón y Cea Bermúdez nacido en Sevilla el 4-IV-1846. Ingresó en la Real Compañía de Guardias Marinas en 1859. Caballero de la Orden de Calatrava. Fue Comandante de Marina de la Plaza de Mindanao (Filipinas), de donde se trasladó a ejercer el mismo cometido en Ayamonte pero, muy joven aún, pidió la excedencia en el destino yéndose con su familia a vivir a Madrid. Casó con Fernanda Torres Erro (Abuela del Beato), natural de Toro (Zamora) e hija de los Marqueses de San Miguel de Gros. Con ella tuvo 11 hijos:

1.- Blanca Barón Torres n. Madrid, f. prematuramente.
2.- Blanca Barón Torres (a) n. Madrid, f. prematuramente.

3.- Mercedes Barón Torres, nacida el 28-V-1884 en Quiapo (Manila, Filipinas) y f. 1954 en Oviedo. Es ella quien recopila y ordena una serie de escritos y datos de la vida de su hijo Rafael, para editar el libro "Vida y escritos de Fray María Rafael Arnáiz Barón, Monje Trapense”.
Se casó en 1910 con Rafael Arnáiz Sánchez de la Campa, natural de Burgos, ingeniero de montes e hijo de Arturo Arnáiz Bohigas y Luisa Sánchez de la Campa y Tarquer. Tuvieron los hijos siguientes:

3.1.- RAFAEL ARNÁIZ BARÓN, n. 09-IV-1911 en Burgos, f. 26-IV-1938 en San Isidoro de Dueñas (Palencia). Monje Cisterciense (Trapense) del monasterio de San Isidro de Dueñas (Palencia). Tras una vida de santidad fallece a los 27 años. Pronto voló su fama allende los muros del monasterio. Es considerado el místico del siglo XX. En 1962 se inició su proceso de beatificación. El 20-VIII-1989, con motivo de la jornada mundial de la juventud, SS: Juan Pablo II lo propuso en Santiago de Compostela como modelo para los jóvenes. El 29-IX-1992 fue beatificado en Roma. En el actual año 2008 se ha reconocido un segundo milagro por la Santa Sede, quedando abierta su pronta Canonización.

3.2.- Luis Fernando Arnáiz Barón, n.1913 en Burgos. Capitán de Artillería, al morir su hermano Rafael se hizo monje Cisterciense (Cartujo), ejerciendo como tal en el mismo Monasterio de San Isidro de Dueñas en el que vivió y murió su hermano. Llamado "Padre Fernando", monje cartujo y gran arquitecto, se ocupó de la restauración de las cartujas de Europa y de la causa de beatificacion de su hermano, el Beato Rafael.

Se cuenta que al iniciarse la beatificación de Rafael fue requerido para la causa, lo cual precisó de una dispensa papal. Hizo en la trapa vida casi totalmente cartujana y parece ser que recibió el apodo de "trapujo". En la planta superior de la hospedería hay una capilla de troncos de madera donde pasaba sus horas de oración. Se hace mención a la personalidad del Padre Fernando como un hombre santo, pero que por su pertenencia a la Cartuja, en la cual no hay canonizaciones por regla, no se puede reconocer salvo excepción del Santo Padre.

3.3.- Leopoldo Arnáiz Barón nació en 1914 en Burgos. Abogado. Casó con Rosa María Eguren y Zubigaray (n. 1923). Padres de 12 hijos. Resaltar entre ellos al arquitecto Leopoldo Arnáiz Eguren autor de la capilla del Beato en el Monasterio de S. Isidro de Dueñas, así como la Iglesia parroquial dedicada al Beato en la ciudad de Burgos.

3.4.- Mercedes Arnáiz Barón nació en 1917 en Burgos. Religiosa Ursulina de Jesús. Falleció en Madrid el 24 de febrero de 1964.

4.- María Fernanda Barón Torres, nació el 28-V-1884 en Quiapo (Manila, Filipinas). Casó con Francisco Fontanals. Con descendencia.
5.- Aníbal Barón Torres n. Madrid, f. prematuramente.
6.- Manuel Barón Torres n. Madrid, f. prematuramente.
7.- Alfonso Barón Torres, nació en Ayamonte (Huelva). Oficial de Caballería. Según en Anuario Militar de 1918, en esa fecha era Teniente de Caballería con destino en "Lanceros del Príncipe". Casó con Regina González-Tablas, con descendencia.
8.- Álvaro Barón Torres nació en Ayamonte (Huelva).

9.- Leopoldo Barón Torres, que sigue la línea. ESTE ES EL FAMOSO TÍO QUE VIVÍA EN ÁVILA Y QUE TANTO INFLUYÓ EN RAFAEL PARA SU DECISIÓN.

10.- Enriqueta Barón Torres n. Madrid, f. prematuramente.
11.- María Josefa Barón Torres n. Madrid, f. prematuramente.

III.- Leopoldo Barón Torres Cea-Bermúdez y Erro nació el 15-III-1890 en Ayamonte (Huelva), y f. 25-IX-1952 Madrid. De la Casa de los Marqueses de San Miguel de Gras. Fue Abogado Caballero de la Orden de Calatrava y Gentilhombre de Cámara del rey; censor de libros por el Ministerio de Educación. Es traductor de la vida de Fray Gabriel, titulada "Del campo de batalla a la Trapa”. Persona de profundo sentido religioso, influyó notablemente en la vocación de su sobrino el beato Hermano Rafael. Escribió la primera biografía de este, titulada "Un secreto en la Trapa".
Casó en Madrid el 16-I-1917 con María del Perpetuo Socorro Osorio de Moscoso y Reinoso, como hija primogénita y sucesora que fue de sus padres Francisco de Asís Osorio de Moscoso y Jordán de Urries (XVIII conde de Altamira y Marqués de Astorga, entre otros títulos) y de María Dolores de Reinoso y Queralt. (Duquesa de Maqueda, de Sessa, de Santángelo, Marquesa de Astorga, del Aguila, de Leganés, de la Villa de San Román, Condesa de Cabra, de Trastamara, de Fuenclara, de Priego, de Nieva y de Altamira. Los duques de Maqueda eran descendientes de Doña Teresa Enríquez, hija de Don Alonso Enríquez, 27 Almirante Mayor de Castilla, el tercero de los Enríquez, descendiente de Alfonso XI de Castilla. Por tanto, Doña Teresa era prima hermana del Rey Católico Don Fernando de Aragón y tía de San Francisco de Borja y de San Juan de Ribera).
Mª Socorro, conservó hasta su muerte el título de Marquesa de Astorga con Grandeza Inmemorial reconocida por Carlos V. Al fallecer su marido, ingresó en el convento de la Encarnación de Ávila como religiosa carmelita descalza, con el nombre en religión de María de la Clemencia de la Transverberación. Se encuentra enterrada en este convento.

Por respeto al papel de sus tíos, los Duques de Maqueda, en el giro de la vida del Beato, prosigo con la genealogía de la Cuarta Rama hasta la actualidad.

Leopoldo y María Socorro tuvieron los hijos siguientes:

1.- María de los Dolores Barón y Osorio Moscoso, nacida en Madrid en 1917, Duquesa de Maqueda. Grande de España, Condesa de Monteagudo de Mendoza y de Valhermoso, Baronesa de Liñola, Dama de la Cruz Estrellada de Austria, de la Real Maestranza de Valencia, del Real Cuerpo de Nobleza de Cataluña y del Santo Cáliz de Valencia, Medalla de la Campaña. Casó en Madrid en 1949 con Baltasar de Casanova y de Ferrer, nacido en Barcelona en 1918, abogado, Protector Presidente del Real Cuerpo de la Nobleza de Cataluña, Caballero de la Real Maestranza de Valencia, y del Santo Cáliz de Valencia, Cruz Roja, Cruz de Guerra y Medalla de la Campaña. Con sucesión.

2.- Leopoldo Barón y Osorio Moscoso, que sigue esta línea.

3.- María del Pilar Barón y Osorio Moscoso, nacida en Ávila el 10-IX-1922. Condesa de Fuenclara, Marquesa del Pico de Velasco de Angustina y Grande de España.
4.- Fernando Barón y Osorio Moscoso, nacido en Madrid en 1923 y fallecido en 1988. Marqués de Ayamonte.
5.- María Blanca Barón y Osorio Moscoso, Condesa de Priego, Grande de España, casada con Jaime Castellano Mazarredo, Marqués de Montemolín y Conde de Castellano. Con sucesión.

II.- Leopoldo Barón y Osorio Moscoso, nacido en Madrid en 1920. Duque de Sessa, Marqués de Leganés, de Morata de la Vega y del Pico de Velasco de Angustina, Conde de Altamira, Grande de España, Maestrante de la Real de Zaragoza desde 1945. En 1961 sucedió en el Ducado de Atrisco. Casó con María Cristina Gavito Jáuregui (hija de Florencio Gavito Bustillo y de María de las Mercedes Jáuregui Muñoz, Vizcondes de la Alborada y de Villarrubio, y Grandes de España). Fueron padres de:
1.- Gonzalo Barón y Gavito, que sigue esta línea.
2.-María Cristina Mercedes Barón y Gavito (1950). Teóloga. Casada con Maximiliano Henonin Villagordoa. Residentes en México. Con descendencia:
2.1.- Natalia Henonin Barón (1973), casada con Faustino Álvarez Feixas teniendo tres hijos: Faustino, Mercedes y Alonso.
2.2.- Sofía Henonin Barón (1975), teniendo una hija Cristina Carral Henonin.
2.3.-Caroliana Henonin Barón (1980), casada con Carlos Gurrea Hatten.
III.- Gonzalo Barón y Gavito, Duque de Sessa, Marqués de Leganés, de Astorga, de Morata de la Vega y del Pico de Velasco de Angustina, y Conde de Altamira, Grande de España, y poseedor del Ducado de Atrisco desde 1976. Casó con Susana Carral Pinsón.
Y hasta aquí he llegado con el árbol familiar, cercenado en las partes que no afectan directamente al Beato. Espero que la información valga para entender el mundo que tenía Rafael y al cual renunció.
Sin duda, a mí, me hace pensar ...
Y frente a todo, eligió la cruz. ¡Sólo Dios!
Nota.
Quiero expresar mi agradecimiento a Sofia Henonin Barón por el interés presentado a mi blog y su colaboración para completar la genealogía.
Quiero hacer dedicación especial de estas entradas a Carlos Arnáiz Eguren, sobrino carnal de San Rafael Arnáiz, del cual me enorgullezco de haber podido trabajar con él en varias ocasiones.