Parece que los comentarios públicos no son del agrado de muchos. Por eso y por más razones, que no vienen al caso, aquí os dejo una cuenta de correo en la que podeis decir lo que os venga en gana, pedir aclaraciones, sugerir temas, completar o corregir, etcétera.

Vayan por adelantado las gracias por ponerte en contacto.


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O Cristo Das Trincheiras (Monasterio de Batalha - Portugal), originariamente era el Cristo de un calvario de la ciudad francesa de Neuve-Chapelle

lunes, 15 de septiembre de 2008

Meditaciones de un siervo de Dios: Beato Fray María Rafael Arnáiz Barón

El Hermano Rafael Arnaiz fue propuesto el 19 de agosto de 1989 por SS. Juan Pablo II como modelo para los jóvenes en Santiago de Compostela con motivo de la Jornada mundial de la juventud.
Más tarde le proclamó Beato, exactamente el 27 de septiembre de 1992, cincuenta y cuatro años después de su muerte con estas palabras:
"Con profundo gozo nos es grato proponer como modelo de seguimiento a Cristo, la encomiable figura del Siervo de Dios, Rafael Arnaiz Barón, muerto como oblato trapense a los 27 años de edad en la abadía de San Isidoro de Dueñas"
"De él -Beato Rafael- se ha dicho que vivió y murió con un corazón alegre y mucho amor de Dios".
Si bien es muy apreciada su obra pictórica, rica en colorido y forma, rotundidad de trazos, firmeza de simetrías y realismo riguroso, con un eje central en la figura de Cristo; la faceta que más ha trascendido del Beato son sus escritos.
Escritos que en un lenguaje sencillo y sin poseer gran literatura, se han convertido en libros de cabecera de muchos jóvenes, y no tan jóvenes, ávidos de un mensaje cercano y sentido de Dios. De unas palabras de guía y reflexión menos místicas que las de los sacramentados Doctores de la Iglesia, sin que por ello las meditaciones redactadas por el Beato estén carentes de un mensaje revelado y espiritual.
A reglón seguido y a sabiendas del exceso que cometo os dejo un sinfín de perlas de un hombre que os espera en su capillita para hablar de Dios.
¡Ah!, buen Jesús,..., si los hombres supieran lo que es amarte en la Cruz...! ¡Si los hombres sospecharan lo que es renunciar a todo por Ti! (Beato Rafael Arnáiz)

¡Ah! Si el mundo supiera lo que es mi vocación en la Trapa... Si supieran ver la Cruz detrás de una pacífica sonrisa, si supieran ver las enormes luchas detrás de la paz conventual... Pero no, eso no deben verlo... Sólo Dios. bien está así. (Beato Rafael Arnáiz)

Ama con locura lo que el mundo desprecia porque no conoce, adora en silencio esa Cruz que es tu tesoro sin que nadie se entere. Medita en silencio a sus pies, las grandezas de Dios, las maravillas de María, las miserias del hombre del que nada debes esperar... Sigue tu vida siempre en silencio; amando, adorando y uniéndote a la Cruz... ¿qué más quieres? (Beato Rafael Arnáiz)

Bendito Jesús, ¿qué me enseñarán los hombres, que no enseñes Tú desde la Cruz? (Beato Rafael Arnáiz)

Callemos a todo, para que en el silencio oigamos los susurros del amor, del amor humilde, del amor paciente, del amor inmenso, infinito que nos ofrece Jesús con sus brazos abiertos desde la Cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

Callemos a todo, para que en el silencio oigamos los susurros del amor, del amor humilde, del amor paciente, de amor inmenso, infinito que nos ofrece Jesús con sus brazos abiertos desde la Cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

Debemos poner una sonrisa delante de cada cruz, de modo que nosotros vivamos esa cruz pero que los demás solo vean la sonrisa. (Beato Rafael Arnáiz)

Déjame vivir al pie de tu Cruz sin pensar en mi, sin nada querer ni desear, más que mirar enloquecido la sangre divina que inunda la tierra...
Déjame, Señor, llorar, pero llorar de ver lo poco que puedo hacer por Ti, lo mucho que te he ofendido estando lejos de tu Cruz... Déjame llorar el olvido en que te tienen los hombres, aún los buenos...
Déjame, Señor, vivir al pie de tu Cruz... de día, de noche, en el trabajo, en el descanso, en la oración, en el estudio, en el comer, en el dormir, ..., siempre... siempre...
Qué lejos veo el mundo, cuando pienso en la Cruz. Qué corto se me hace el día cuando lo paso con Jesús en el Calvario. Qué dulce y tranquilo es el sufrimiento pasado en compañía de Jesús crucificado. (Beato Rafael Arnáiz)

Dios me quiere, y me lo demuestra porque me quiere como es Él... clavado en la Cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

El camino dulce de la Cruz..., es el sacrificio, la renuncia, a veces la batalla sangrienta que se resuelve en lágrimas en el calvario, o en el huerto de los Olivos; el camino, Señor, es ser el último, el enfermo, el pobre oblato trapense que a veces sufre junto a la Cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

El mayor consuelo es no tener ninguno. (Beato Rafael Arnáiz)

El que ama a Cristo, ama su Cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

En el mundo se lloran intereses materiales, viles y deleznables... En el mundo se llora poco por Cristo. En el mundo se sufre poco por Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

Enséñame a padecer con esa alegría humilde y sin gritos de los santos... Enséñame a ser manso con los que no me quieren, o me desprecian... Enséñame esa ciencia que Tú desde la cumbre del Calvario muestras al mundo entero. (Beato Rafael Arnáiz)

La lógica de las almas grandes es la locura de la cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

Mi alma sufre de verse privada de tus amores, sufre de verse en el encierro de este cuerpo miserable. (Beato Rafael Arnáiz)

No busco consuelo, no busco descanso... Sólo quiero amar la Cruz..., sentir la Cruz..., saborear la Cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

¡Oh! Si el mundo supiera lo que es abrazarse de lleno, de veras, sin reservas, con locura de amor a la cruz de Cristo...! (Beato Rafael Arnáiz)

¡Oh! si el mundo supiera lo que es abrazarse de lleno, de veras, sin reservas, con locura de amor a la Cruz de Cristo.
Cuánto tiempo perdido en pláticas, devociones y ejercicios que son santos y buenos..., pero no son la Cruz de Jesús, no son lo mejor... (Beato Rafael Arnáiz)

Para entender la Cruz, hay que amarla, y para amarla hay que sufrir. (Beato Rafael Arnáiz)

Qué alegría tan grande es poder vivir al pie de la Cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

Qué tesoro tan grande es, el no ser nada, ni nadie..., el último... Qué tesoro tan grande es la Cruz de Jesús, y qué bien se vive abrazado a ella; nadie lo puede sospechar. (Beato Rafael Arnáiz)

Saborear la Cruz... Vivir enfermo, ignorado, abandonado de todos... Solo Tú y en la Cruz... Qué dulces son las amarguras, las soledades, las penas, devoradas y sorbidas en silencio, sin ayudas. Qué dulces son las lágrimas derramadas junto a tu Cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

Si entras en agonía por Cristo, el mismo Cristo te enjugará tus lágrimas y te llevará la cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

Solamente a los pies de tu Cruz, viéndote clavado en ella, se aprende a perdonar, se aprende humildad, caridad y mansedumbre. (Beato Rafael Arnáiz)

Sufre y descansa en mí. (Beato Rafael Arnáiz)

Tengo lo mejor que un cristiano puede tener... la Cruz de Jesús muy dentro del corazón. (Beato Rafael Arnáiz)

Quería acercarme a Dios y, en realidad, yo no hacía nada; Dios se acercaba a a mí... (Beato Rafael Arnáiz)

Cuanto más me he acercado a las criaturas, más me he visto lejos de ellas, y cuanto más lejos estoy del hombre, más cercano estoy a Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

Me he dado cuenta de que lo que yo desee no tiene valor a los ojos de Dios, y que lo mejor es ponerse en sus manos, y nada más. (Beato Rafael Arnáiz)

Solo posee paz el que solo a Dios desea. (Beato Rafael Arnáiz)

Mientras no esté vacío y solitario nuestro corazón, no puede entrar en él la inmensidad de Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

Dios vive en el corazón del hombre, cuando este corazón vive desprendido de todo lo que no es Él. (Beato Rafael Arnáiz)

Tú, Señor, solo estás en el corazón desprendido de todo. (Beato Rafael Arnáiz)

¿Dónde está, pues, la libertad?. Está en el corazón del hombre que no ama más que a Dios. Está en el hombre cuya alma, ni está apegada al espíritu ni a la materia. Está en esa alma que no se supedita al "yo" egoísta, en esa alma que vuela por encima de sus propios pensamientos, de sus propios sentimientos, de su propio sufrir y gozar. La libertad está en esa alma cuya única razón de existir es Dios, cuya vida es Dios y nada más que Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

Cristo dijo: "Pedid y recibiréis"... Yo pido mucho, pero para no pedir lo que no conviene, le pido a Dios lo que Él quisiera que le pidiéramos. (Beato Rafael Arnáiz)

Acéptame, Señor, tal como soy, enfermo, inútil, disipado y negligente. (Beato Rafael Arnáiz)

Bástete purificar la intención en todo momento, y en todo momento amar a Dios; hacerlo todo por amor y con amor... El hecho en sí no es nada y nada vale. Lo que vale es la manera de hacerlo. (Beato Rafael Arnáiz)

El que todo lo deja, sufre..., el que todo lo deja por Dios, goza sufriendo. (Beato Rafael Arnáiz)

Mátame si quieres... Toma mi vida, empléala en lo que quieras, abre, taja y raja, despedaza, une y desune..., haz trizas de mí,,,, haz lo que quieras, yo nada quiero más que amarte con frenesí, con locura,,, Adorar tu voluntad que es la mía, vivir absorto en tu inmensa piedad para conmigo... (Beato Rafael Arnáiz)

Que vengan los sabios preguntando dónde está Dios. Dios está donde el sabio con la ciencia soberbia no puede llegar... Dios está en el corazón desprendido..., en el silencio de la oración, en el sacrificio voluntario al dolor, en el vacío del mundo y sus criaturas. (Beato Rafael Arnáiz)

Vivo, Señor mío, enfangado en mis propias miserias y, al mismo tiempo, no sueño ni vivo más que para Ti. ¿Cómo se entiende esto? (Beato Rafael Arnáiz)

Ni yo tendré más gloria por estar en un convento, ni tú menos por no estarlo..., pues a la hora en que Dios nos llame a juicio, a mí me exigirá el haber sido un buen trapense, y a ti el haber sido un buen ingeniero de montes, y un padre de familia cristiano. (Beato Rafael Arnáiz)

La humildad llena de paz nuestro trato con los hombres. Con ella no hay discusión, ni envidia, ni ofensa posible. ¿Quién puede ofender a la misma nada? (Beato Rafael Arnáiz)

Mira delante de Jesús lo que eres, y aprende a conocerte; así no tendrás soberbia, y en tu propia humillación aprenderás algo de humildad, que aún no sabes lo que eso es, y es necesario que lo aprendas. (Beato Rafael Arnáiz)

La oración es la tumba del orgullo. (Beato Rafael Arnáiz)

Dame, Señor, esa paciencia que hace de los hombres santos; dame esa paciencia que me es tan necesaria, para llevar el peso de las tribulaciones en esta vida que a veces me parece tan larga. (Beato Rafael Arnáiz)

Ni del mundo, ni del hombre esperes nada..., sólo Dios..., y esperar. (Beato Rafael Arnáiz)

Nada de lo que tiene fin es grande. (Beato Rafael Arnáiz)

He aquí la vida de oración... No hay que poner lo que ya está, sino que hay que quitar lo que sobra. (Beato Rafael Arnáiz)

Las miserias y flaquezas ofrecidas a Jesús por un corazón de veras enamorado, son aceptadas por Él como si fueran virtudes. (Beato Rafael Arnáiz)

Quita de tu corazón lo que estorba y en él hallarás a Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

Tenemos tal cúmulo de atenciones, distracciones, aficiones, deseos de vanidades, presunciones; tenemos tanto mundo dentro, que Dios se aleja... (Beato Rafael Arnáiz)

Señor, no mires mis hechos, ni mis palabras, mira mi intención y cuando ésta no vaya bien encaminada a Ti, enderézala. No permitas, Señor mío, que sea desagradecido o pierda el tiempo. (Beato Rafael Arnáiz)

... el camino de la santidad cada vez lo veo más sencillo. Más bien me parece que consiste en ir quitando cosas, que en ponerlas. Más bien se va reduciendo a sencillez que complicando con cosas nuevas. (Beato Rafael Arnáiz)

No hace falta para ser grandes santos, grandes cosas. Basta el hacer grandes las cosas pequeñas... / ... Dios me puede hacer tan santo pelando patatas que gobernando un imperio. (Beato Rafael Arnáiz)

Dios no me pide más que amor humilde y espíritu de sacrificio. (Beato Rafael Arnáiz)

Dios no nos exige más que sencillez por fuera y amor por dentro. (Beato Rafael Arnáiz)

Estoy muy contento, porque he visto que todo es sencillo y simple..., y eso está a mi alcance. (Beato Rafael Arnáiz)

Mira tu nada, mira la nada del mundo, ponte a los pies de una Cruz, y si eres sencilla, verás a Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

Muchas veces no llegamos a comprender la grandiosidad que se encierra en un acto de sencillez, porque buscamos lo grande en lo complicado, buscamos la grandiosidad de las cosas en la dificultad de las mismas. (Beato Rafael Arnáiz)

Calla, hermano, no metas ruido, que estoy hablando a Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

Callemos a todo, para que en el silencio oigamos los susurros del amor, del amor humilde, del amor paciente, de amor inmenso, infinito que nos ofrece Jesús con sus brazos abiertos desde la Cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

Callemos, el ruido de las palabras estorba. (Beato Rafael Arnáiz)

Callemos, guardemos silencio, pues en él hallaremos, si sabemos buscarlo, nuestro tesoro, que es Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

Callemos, lo mismo cuando somos consolados por el Divino Jesús, que cuando estamos a solas con nuestra cruz. (Beato Rafael Arnáiz)

Con silencio, oración y mucha locura por dentro, se espera muy bien la llegada..., y todo llegará. (Beato Rafael Arnáiz)

Cuando callamos es cuando más cosas decimos. (Beato Rafael Arnáiz)

El tener quieta la lengua hace descansar al corazón. (Beato Rafael Arnáiz)

En el silencio es donde muchas veces se encuentra el consuelo que no pueden dar las criaturas. (Beato Rafael Arnáiz)

Mientras no busquemos a Dios en el silencio y en la oración, mientras no estemos quietos, no hallaremos paz, ni encontraremos a Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

Mucha gente me pregunta acerca del silencio de la Trapa, y yo no sé que contestar, pues el silencio de la Trapa no es silencio..., es un concierto sublime que el mundo no comprende... Es ese silencio que dice "no metas ruido, hermano, que estoy hablando con Dios..." Es el silencio del cuerpo para dejarle al alma gozar en la contemplación de Dios. No es el silencio del que no tiene nada que decir, sino el silencio del que teniendo muchas cosas dentro y muy hermosas, se calla, para que las palabras que siempre son torpes, no adulteren el diálogo con Dios.
Es el silencio que nos hace humildes, que nos hace sufridos, que al tener una pena nos la hace contar solamente a Jesús, para que Él también en silencio nos la cure sin que los demás se enteren.
El silencio es necesario para la oración. Con el silencio es difícil faltar a la caridad.... (Beato Rafael Arnáiz)

Nada encuentro en los libros; solamente en el silencio de todo y de todos..., en ese silencio que ni el pensamiento se atreve a turbar, en ese silencio que rumía amores y esperanzas, solamente ahí se puede vivir. (Beato Rafael Arnáiz)

Nada me dicen las criaturas..., todo es ruido... Sólo en el silencio de todo y de todos, hallo la paz de tu amor... Sólo en el humilde sacrificio de mi soledad, hallo lo que busco..., tu Cruz..., y en la Cruz estás Tú, y estás Tú solo, sin luz y sin flores, sin nubes, sin sol... (Beato Rafael Arnáiz)

Por el alma silenciosa navegan los pensamientos de Dios; y cuanto más silencio, más paz, más serenidad y más facilidad para estar en la presencia del Señor. (Beato Rafael Arnáiz)

Silencio, oración, renuncia y sacrificio con la risa en los labios y paz en el corazón, eso es amor. (Beato Rafael Arnáiz)

Solamente en el silencio se puede vivir, pero no en el silencio de palabras y de obras..., no; es otra cosa muy difícil de explicar... Es el silencio del que quiere mucho, mucho, y no sabe qué decir, ni qué pensar, ni qué desear, ni qué hacer... Sólo Dios allá adentro, muy calladito, esperando, esperando, no sé..., es muy bueno el Señor. (Beato Rafael Arnáiz)

Aunque todo lo que tú deseas se cumpliera, nada tendrías si tu alma no estuviera en soledad y tu corazón en oración. (Beato Rafael Arnáiz)

¡Cómo me cansan las criaturas, Señor y Dios mío! ¡Qué sinsabor más grande me cansa el tratar cosas del mundo, el hablar de negocios temporales, el escuchar noticias...! ¡Ah!, Señor, nada quisiera saber, ni escuchar... Sólo Tú, Señor, solo Tú. (Beato Rafael Arnáiz)

La soledad la puedes entender como la ausencia de deseos de todo lo que proviene de las criaturas. (Beato Rafael Arnáiz)

La verdadera celda monástica la llevamos dentro. (Beato Rafael Arnáiz)

Solo en la Trapa, desprendiendo mi corazón poco a poco de todo, voy viviendo mi soledad con Dios. ¡Qué felicidad!... pero cuántas lágrimas cuesta. Qué dura se hace a veces la tentación. (Beato Rafael Arnáiz)

Antes todo me llevaba a Ti,... Todo me hablaba de tu inmensa bondad, de tu grandeza; ahora también te alabo en las criaturas, Señor... pero el sol me parece pequeño..., el cielo azul es hermoso, pero no eres Tú, la belleza del mundo... es tan poquita cosa. (Beato Rafael Arnáiz)

Cada vez me pesa más mi cruz, pero cada vez se llena más mi alma de ese... "Sólo Dios". (Beato Rafael Arnáiz)

El alma comprende que nada en el mundo la puede llenar... La tierra es de barro, los hombres son pobres, la vida muy corta, todo es muy pequeño, frágil y caduco..., y el alma está ansiosa de verse en el cielo, mirando a la Virgen, contemplando a Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

Encuentro a los hombre muy lejos. Solo Dios..., solo Dios..., solo Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

Ni del mundo ni del hombre esperes nada..., sólo Dios..., y esperar. (Beato Rafael Arnáiz)

No esperes nada de los hombres, ni aún de los más santos, pues cuanto más pongas en ellos, mayor será el desengaño algún día. (Beato Rafael Arnáiz)

No me importan las criaturas, si éstas no me llevan a Dios. (Beato Rafael Arnáiz)

No vengas a buscar la Trapa, sino al Dios de la Trapa (Beato Rafael Arnáiz)

Ya no me importan las criaturas, ni me hacen daño las flaquezas de los hombres.... Son hombres, y nada más; sólo en Dios hallo refugio; sólo en Él he de buscar caridad. (Beato Rafael Arnáiz)

¡¡ Señor..., Señor..., qué necios somos los hombres!! Un pedazo de trapo nos da placer, y un grano de arena nos da dolor.
¡Ten compasión de los hombres, Señor! (Beato Rafael Arnáiz)

Milagro atribuido al Hermano Rafael Arnaiz

No juzgo, ni cuestiono el concepto de milagro, ni la mediación divina. Entre otras cosas porque mi creencia personal me haría un flaco favor a la objetividad. Lo cierto es que curaciones sin explicación científica existen.
Por otra parte, no es menos cierto que algunos santos no lo deberían ser tanto y otros que mereciendo serlo no están en los altares. Aun así recordemos las Letanías de los Santos en la que se obvian muchos y se aceptan a todos.
Vayamos a lo que nos ocupa: ¿Qué milagro se atribuyó al Hermano Rafael para su causa de Beatificación?
Para responderos, a continuación transcribo un retazo encontrado en el Suplemento dominical CRÓNICA del periódico "El Mundo" publicado el Domingo 20 de octubre de 2002, bajo el Número 366.
El artículo en cuestión llevaba por título "Los otros nueve «milagrados»" y sus redactores eran Quique Curbelo y José Manuel Vidal.


Carmen Argüelles era una guapa estudiante de la Universidad Politécnica de Madrid. En 1981, tenía 19 años. Disfrutaba de la vida a tope, apurando los últimos coletazos de la movida madrileña. «Mi práctica religiosa en aquella época era casi nula. Alguna noche, por algo triste y cuando ya casi estaba desesperada, me acordaba de que Dios existía. Pero normalmente estaba muy ocupada en otras cosas», confiesa.
Terminado el curso 81-82 con buenas notas, Carmen regresa a Palencia, su ciudad natal. Pocos días después, a las 11:15 horas del 5 de julio de 1982, empezó su calvario: «Estaba esperando para cruzar la calle cuando pasó una excavadora, conducida por Juan Luis Merino, que rompió el mástil del semáforo. Cayó sobre mi cabeza».Un conductor la recogió y la llevó a la clínica Residencia Lorenzo Ramírez, donde, ante la gravedad del caso, se dispuso su traslado al hospital Onésimo Redondo de Valladolid. Su cuadro clínico: edema bilateral intenso, edema epidural y trombosis. Enseguida entró en coma.
Los médicos le habían dicho a sus padres que no había esperanza. «Damos su cerebro por perdido. No a la intervención quirúrgica», escribieron en el diario clínico.
La madre de Carmen, profundamente cristiana, acudió a la Trapa de San Isidoro de Dueñas, a pedir una reliquia del Hermano Rafael. Con ella en su poder, envuelta en un pañito blanco, se la entregó a una enfermera de la UVI donde estaba su hija más muerta que viva. La enfermera tocó las mejillas de la enferma con la reliquia y se la colocó debajo de la almohada. A los pocos días, el trombo, imposible de quitar con una operación, desapareció por completo. El 9 de agosto, un mes después del accidente, Carmen volvió a casa sin la más mínima secuela, ni física ni neurológica. De hecho, volvió a la universidad. Esta vez a la Facultad de Derecho de Valladolid, ciudad donde se graduó y hoy ejerce de abogada.
«Dios le dio la vuelta a mi vida como a un calcetín y me hizo ver que la estaba malgastando. Ahora, tengo nuevos amigos, un nuevo trabajo, otras aspiraciones y nunca dejo de agradecer a Dios lo que hizo por mí a través de la intercesión del Hermano Rafael Arnaiz», explica. De hecho, va muchos días a la misa de la Trapa, a las 6.30 de la mañana. «No dejo de rezarle y es precioso lo feliz que soy, porque sé que no me ha olvidado».

La necesidad de un milagro

Los cánones de la Santa Madre Iglesia no siempre han sido iguales de exigentes para la elevación a los altares de sus santos. Desde el nacimiento de la Iglesia se han proclamado ejemplos de virtudes a multitud de hombres y mujeres, bien fuera por aclamación popular, por los obispos o por el propio papa.
Tras innumerables intentos de establecer una praxis única, se llegó a reservarse el nombramiento de santos al pontífice máximo. Durante el papado de Juan Pablo II se estableció la última gran remodelación de los requisitos y pasos a realizar para alcanzar los grados de santidad. Recientemente, febrero de 2008, Benedicto XVI ha redactado a los obispos unas recomendaciones para abrir las causas de los santos que buscan establecer una mayor seriedad en la toma de consideraciones y de esta manera endurecer-restringir el número de causas.
Posiblemente para que no vuelva a suceder como con su predecesor que nombró más santos y beatos en su pontificado que en el conjunto de todos los papas anteriores desde que se instauró la normativa en 1588, alcanzado la cifra de unos 500 los canonizados y superando los 1.300 los beatos. Cifras éstas que le sirvieron al Vaticano para ser mal llamado "fabrica de santos".
Sirva de razonamiento a favor de esta política el tener en consideración, sabiendo que nunca se vulneró el códice, que la Iglesia nombra santos, y más en concreto beatos, a personas queridas por el pueblo a modo de ejemplo de virtud cristiana. Es decir, como vividores de la realidad de Cristo, ejemplos de entrega y sacrificio. Es un acercamiento de Dios a través de personas de nuestro tiempo. En definitiva una actualización del mensaje a las vivencias del hoy.
Pero basta de hablar de porqués y sepamos que se necesita para ser Santo:
El procedimiento a seguir en las causas de canonización y beatificación está recogido en la Constitución Apostólica Divinis perfectionis Magíster” de 25 de enero de 1983 y en las Normas Servandae in inquisitionibus ab episcopis faciendis in causis sactorum del 7 de febrero de ese año.
En el proceso oficial hacia la canonización hay tres pasos:

- Venerable. Es el título con el que se reconoce que un fallecido vivió virtudes heroicas.

- Beato. Se reconoce por el proceso denominado Beatificación, en el que se requiere, además de los atributos personales de caridad y virtudes heroicas, un milagro obtenido a través de la intercesión del siervo/a de Dios y verificado después de su muerte.
El milagro requerido debe ser probado a través de una instrucción canónica especial, que incluye tanto el parecer de un comité de médicos y de teólogos.
En este caso no se requiere el milagro si la persona ha sido reconocida mártir.
Los beatos son venerados públicamente por la iglesia local.

- Santo. Se reconoce como proceso de canonización, cuando al beato le corresponde el título de santo. Para la canonización es necesario otro milagro atribuido a la intercesión del beato y ocurrido después de su beatificación.
En este caso, las modalidades de verificación del milagro son iguales a las seguidas en la beatificación.
El Papa puede obviar estos requisitos. El martirio no requiere un milagro.
La canonización compromete la infalibilidad pontificia.
Mediante la canonización se concede el culto público en la iglesia universal. Se asigna un día de fiesta y se le pueden dedicar al santo iglesias y santuarios.

El procedimiento comienza a nivel local cuando los obispos empiezan a recopilar pruebas para apoyar la petición de canonización para una persona. Esas pruebas se trasladan posteriormente al Vaticano.
Según la normativa de la Iglesia católica, para permitir que haya tiempo de reflexión, el procedimiento no puede comenzar antes de que se cumplan cinco años de la muerte del potencial candidato a santo. Anteriormente el plazo superaba los cincuenta años. Aunque se han producido excepciones en los que se han iniciado los procesos con anterioridad. Los más recientes son Teresa de Calcuta (beata a los 6 años de su muerte), Juan Pablo II (iniciado su proceso de beatificación a 6 semanas de su muerte) o Sor Lucía, última vidente de Fátima en fallecer.
Resumiendo los pasos esquemáticamente:
1.- Se debe ser reconocido como “venerable siervo”, es decir haber sido venerado públicamente en vida y tras su muerte.
2.- Haber vivido virtudes teologales en grado heroico y ser objeto devoción popular mediante rezos y peticiones de favores.
3.- Producirse un milagro, tras su muerte, en la que haya mediado su persona y sea probado. O ser reconocido como Mártir.
4.- Producirse un segundo milagro, o primero si es mártir, tras el nombramiento de Beato.

Beato Rafael Arnaiz Barón


Extraído de la página oficial:
http://www/.planalfa.es/confer/cistercienses/isidoro/

Rafael Arnaiz Barón, Burgos (9 de abril de 1911) - Dueñas (26 de abril de 1938).

Es el primogénito de los cuatro hijos de una familia de hondas convicciones cristianas, que calarán profundamente en la personalidad del propio Rafael. Vivió en Burgos sus primeros años. Se educa en colegios dirigidos por la Compañía de Jesús, tanto en Burgos como en Oviedo, ciudad a la que se trasladó su familia en 1922, por exigencias profesionales de su padre.

Al llegar a la adolescencia y juventud, se revela en Rafael una notable riqueza humana, intelectual y espiritual, que se manifiesta en su talante personal abierto y positivo, y en su profunda sensibilidad que va desarrollándose en inquietudes y contacto con la naturaleza, la pintura y las demás artes.

Este bagaje con la visión y el sentido cristiano de la vida y de la realidad, hacen cristalizar en él, aún después de haber iniciado la carrera de arquitectura, la vocación monástica cisterciense, por la que opta, en sus propias palabras: siguiendo los dictados de su corazón hacia Dios, y el ansia de llenarse de Él.

Así ingresó en el monasterio cisterciense de San Isidoro de Dueñas, el 15 de enero de 1934.

Sólo le quedan cuatro años de vida, pasados en temporadas alternativas entre la casa familiar y la comunidad monástica, a causa de una diabetes sacarina, manifestada repentinamente a los cuatro meses de su ingreso.

La enfermedad le obligó a dejar el noviciado y marcó con su evolución las distintas salidas y reingresos, que ponen en evidencia la firmeza de su convicción vocacional y la generosidad de su entrega, hasta morir en el monasterio en la primavera de 1938.

Pese a la brevedad de su existencia, contaba 27 años al fallecer, y el particular desarrollo de su vida y vocación, y como si su evolución espiritual se hubiera realizado a presión a causa de éstas, Rafael aparece como la realización plena de la gracia vocacional cisterciense: polarizado por Dios, como lo refleja su expresión característica: ¡Sólo Dios!

Rafael es testigo y testimonio de la trascendencia y de lo absoluto de Dios. No tanto de un Dios del que se saben muchas cosas, cuanto un Dios experimentado en la propia vida como Amor absoluto.

La única aspiración de la existencia de Rafael fue vivir para amar, siendo esta la nota sobresaliente de su personal y rica espiritualidad -marcada también por una intensa vivencia del misterio de la Cruz de Cristo y de la presencia de María en su camino de discípulo de Jesús- que le constituye en uno de los grandes maestros de vida espiritual de nuestros tiempos.
Su proceso de beatificación empezó en el año 1965 y culminó el 27 de septiembre de 1992, en una ceremonia presidida por el Papa Juan Pablo II. Hoy en día, las autoridades vaticanas estudian su pronta canonización en Roma.